Por Martín Fernandez Silva.
A 38 años de la Guerra de Malvinas aún
resuena en la historia argentina aquel conflicto que comenzó el 2 de abril de
1982.
Púes una guerra, como mínimo, se impregna en
la memoria de los habitantes para el resto de sus vidas sin importar el pasaje
de los años en términos históricos.
En las Islas Malvinas, desde el 2 de Abril de
1982 se libró un conflicto bélico que duró 2
meses y 12 días, y que tuvo como protagonistas a dos países con realidades muy
diferentes, Argentina y Gran Bretaña.
23 mil soldados argentinos partieron desde plataforma
continental hacia el sur del país, para comenzar un intento de recuperación del
territorio usurpado por los británicos desde 1833.
El 70% del total de combatientes argentinos eran de entre 18 y 20 años, y en su mayoría recién
habían ingresado al servicio militar que regía durante esos años en nuestro
país.
La
guerra y el gobierno de facto.
Malvinas y la dictadura son dos cosas
distintas, y es importante comprender este punto
sobre todo por un elemental acto de justicia y reconocimiento hacia los
soldados conscriptos. Quienes no decidieron la guerra, pero tuvieron que luchar
contra las tropas inglesas.
Es preciso distinguir entre los conductores
de esta decisión irresponsable tomada con el fin de legitimar un gobierno
dictatorial, que durante 7 años destrozó nuestra democracia, de quienes marcharon a Malvinas convencidos de pelear,
sobre todo, porque juraron defender a la patria y porque les enseñaron que ese
era su deber.
Con
el desenlace del conflicto, nacieron otras contiendas.
Al finalizar la guerra, se contabilizaron 649
soldados argentinos caídos en combate, y 123 fueron enterrados en el Cementerio
de Darwin (Islas Malvinas) sin identificación, bajo una placa que rezó durante
más de 34 años la frase “Soldado Argentino sólo reconocido por dios”.
Esta primera parte fue sólo una arista de las
consecuencias reconocidas durante y post Guerra de Malvinas, pero existen otras
que hoy debemos exponer.
La otra parte de la historia tiene como
protagonistas a las mamás de los soldados que partían a Malvinas. Ellas también
lucharon sus propias guerras, contra el miedo que tuvieron al pensar que nunca más verían a sus
hijos; y aún peor, tener que asumir la muerte del que parieron.
Una
historia, en un libro de largas páginas.
El soldado José Antonio Reyes Lobos, oriundo
de Capital Federal, fue uno de los combatientes caídos en Malvinas.
Su madre, María Antonieta, durante mucho
tiempo impulsó junto a otras personas una lucha para que se reconozcan los 123 cuerpos
que estaban enterrados en el Cementerio de Darwin bajo la insignia de “Soldado
Argentino Solo Reconocido por Dios”
La guerra contra el miedo de no volver a ver
a su hijo comenzó de una forma inesperada, sin posibilidad de despedida alguna:
“No me avisaron a mí que iba a Malvinas, se lo llevaron nomás. Y yo sentí una
cosa tan extraña, en mi pensamiento dije –ay dios mío, que no sea él. ¡Que
vuelva, que vuelva!- . Tuve esa sensación de que no iba a volver más…” contó
María Antonieta en un programa especial que realizó el Canal Encuentro.
Escuchar audio completo del relato de María Antonieta para “Malvinas 35 Años” serie de entrevistas para Canal Encuentro.
Durante los días que se extendió el conflicto
bélico en el sur argentino, la guerra de las madres fue contra el tiempo, la
desesperación, la espera y el dolor. Ya no había momentos de compañía, de
charlas familiares y todo lo que acostumbran a hacer madres e hijos en su vida
cotidiana.
Las cartas enviadas a Malvinas y las que eran
mandadas por los soldados fueron una de las pocas formas de comunicación que
existían.
Un relato era el que se repetía
cotidianamente en muchas de las cartas realizadas por quienes combatían en
Malvinas defendiendo nuestra soberanía nacional. “No se preocupen, aquí está
todo bien, en algunos días volveremos a estar todos juntos”, frase que se reiteraba en los escritos, frase que el soldado Reyes Lobos
compartió con su madre.
El fin del conflicto en el sur parecía culminar
con la espera y la desesperación de quienes sufrían pero, por si fuera poco,
esto se transformaba poco a poco en otra cruzada.
En una entrevista brindada al canal C5N para
el documental “Madres de la Guerra”, María Antonieta decía “cuando fui a buscar
a mi hijo al finalizar la guerra y el teniente me dijo que él había muero como
un valiente yo pensé: –yo lo prefiero cobarde pero conmigo, pero conmigo- eso
pensé, y no pasarte la vida esperando que tocará la ventana cuando le daban el
permiso en el regimiento para volver a casa…”.
Aquí inició
otra contienda más para las madres Malvinas, más de 34 años para que se
reconozcan los cuerpos de 123 soldados argentinos caídos en combate que
quedaron enterrados sin identificación en el cementerio de Darwin.
Recién en 1994 las familias de los caídos en
la guerra pudieron viajar al sur argentino. Fueron tiempos de angustia y así lo
contó la mama de José Reyes Lobos: “Hasta que fuimos al primer viaje a Malvinas
yo estuve 9 años esperando que mi hijo tocará algún día la ventana… A veces yo
me levantaba, cuando no lo sentía y él dormía al lado de mi habitación y le
tocaba los pies –ya llegó, decía y me iba a acostar tranquila-. Estuve 9 años
levantándome a tocarle los pies…”.
Finalmente reconoció: “Madres que se tiran a
las cruces, se abrazan y lloran. No son llantos, son alaridos que te salen del
corazón. Todas preguntando -¿Por qué dios mío, porque? Yo supongo que son
muchas las madres que sentimos lo mismo, pisoteadas, anuladas, como que somos
resaca de los soldados. Y no, no somos resaca, ¡somos las madres de esos
soldados que ustedes mandaron!”
Escuchar audio completo del relato de María Antonieta para “Madres de la Guerra”- Documental de C5N
Pasaron más de
34 años sin saber dónde estaba la tumba de sus hijos. Fue una lucha colectiva en
honor a esos 126 soldados N/N exigiéndole a cada gobierno argentino que
comenzará el proceso de reconocimiento de estos cuerpos. Una cuestión que no
merece debates. Si algo tendría que haber hecho el estado argentino para
reparar el dolor generado por la decisión del gobierno de facto, era comenzar
con ese proceso de investigación.
Esto sucedió y comenzó en 2012, cuando la ex
presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció la convocatoria al Equipo
Argentino de Antropología Forense para dar inicio a un proceso de
identificación de los soldados que no estaban reconocidos. Luego de años de
entrevistas a los familiares, entregas de ADN propio de los soldados, y
negociaciones diplomáticas, recién en 2016 se firmó un acuerdo entre los
Gobiernos argentino y británico para emprender una labor que fue coordinada por la Cruz Roja Internacional.
Un año después, los equipos pudieron comenzar
a trabajar en tierra malvinense y la actividad terminó con la identificación de
90 soldados argentinos que durante años estuvieron sepultados bajo una placa
que los reconocía como “Soldado Argentino solo reconocido por Dios”. Uno de
ellos fue el Soldado José Antonio Reyes Lobos.
María Antonieta finalmente pudo terminar con la última de las guerras que luchó, y ya avanzada en edad agradeció poder reconocer en que tumba estaba enterrado su hijo. “Logré en parte que se reconozca al Soldado José Antonio Reyes Lobos. Nos vamos a abrazar, nos vamos a encontrar y nos vamos a abrazar…”, dijo en otro documental del canal encuentro, con motivo del reconocimiento de los cuerpos a 36 años de la guerra.
Mira el video completo de la entrevista que realizó el Canal Encuentro, el día que le anunciaron a María Antonieta que el cuerpo de su hijo había sido identificado.
Hoy, 2 de abril de 2020 y a 38 años de la
guerra, Argentina vive una realidad atípica. Debido a la pandemia por COVID-19
no se realizará ningún acto o procesión en conmemoración al Día Nacional de los
Veteranos y Caídos en la Guerra De Malvinas. Pero de todos modos, el recuerdo
estará en cada hogar de las madres, las familias, y del pueblo argentino que a
38 años sigue recordando a aquellos héroes que fueron a luchar por su patria.
Aquellos que están, y aquellos que (físicamente) ya no.