Por Ricardo Serruya
El sábado 8 de febrero, en la plaza 9 de Julio de Andalgalá se llevó a cabo la caminata por el agua número 784.
En un hecho casi inédito, pobladores de esta localidad catamarqueña vienen caminando pacíficamente cada sábado desde hace casi 800 semanas, más de 15 años, para expresarse contra la minería a cielo abierta que enferma territorios y cuerpos en ese lugar.
Hace unas semanas los que protagonizan esta digna y bella porfiada le ponían palabras a semejante acto de dignidad: “Comenzamos a caminar como una obligación para defender la vida de los saqueadores y mercaderes, tanto empresarios como políticos, es un modo pacífico de mostrar que estamos de pie, vivos, implica mucha perseverancia constancia y amor hacia el pueblo, hacia la montana, requiere ocupar el espacio público, tomar las calles apropiarnos del territorio que es nuestro” son algunos de los testimonios recolectados.
Cada sábado abuelos, padres y nietos comienzan a caminar por la plaza 9 de Julio que se llena de pibada que va con sus amigos portando tambores que lanzan batucadas y candombes al aire. Un pueblo que sabe y testimonia que la lucha y la resistencia también se tiñe de alegría. Como uno de los pobladores expresa: “A los largo de estos años hemos aprendido que las caminatas representan la convicción de un pueblo que ha despertado hace mucho tiempo y está informado y consciente de lo que significa el riesgo de la megamineria, tomamos el ejemplo de “las madres” y caminamos por nuestro pueblo, por el agua, la vida, la verdad, la justicia y la memoria”
¿Cómo nace esta porfiada? Forma parte de una rica historia que merece ser contada
ANDALGALA TIERRA CASTIGADA
Si uno recorre un poco menos de 250 kilómetros hacia el norte de la capital catamarqueña se encontrará con la localidad, conocida por los lugareños como «La Perla del Oeste Catamarqueño». Andalgalá.
Según el último censo, viven en su territorio casi 20.000 habitantes. Como muchos de estos lugares fueron habitados por pueblos originarios, más concretamente por las naciones diaguitas y calchaquíes que con heroísmo pelearon bravíamente contra el imperio español. La historia relata episodios valientes que demoraron que ese tramo del continente cayera bajo dominio Español
El río que lo recorre tiene su mismo nombre: río Andalgalá que parece acariciar los pies de la Sierra de Aconquija, nutre un seco territorio y gracias a su riego sus habitantes pueden producir nueces, vid, aceitunas, durazno y algunas especies. De la generosidad de este río también depende la vida del ganado caprino y ovino.
Hombres y mujeres hacen lo suyo y utilizan sus frutos para la producción de dulces y otros manjares.
Pero Andalgalá tampoco escapa a la riqueza que alberga su subsuelo: en Minas Capillitas se extrae una piedra semipreciosa como es la Rodocrosita. Allí también catamarqueña se encuentran las minas de oro y de cobre más importantes de la Argentina.
La historia de Andalgalá es importante de contar, pues fue en este lugar donde comienza la génesis de emprendimientos mineros que prometen mucho, cumplen poco y contaminan todo.
En 1997 comenzó a funcionar Bajo La Alumbrera, el primer gran emprendimiento minero instalado en nuestro país conformado por empresas canadienses y suizas. En realidad estas multinacionales obtienen el permiso de explotación, pues ambos yacimientos pertenecen al Estado catamarqueño, la Universidad de Tucumán y el Estado Nacional.
Todos firmaron un contrato para ceder la explotación a la empresa suiza Xstrata y a dos empresas canadienses Goldcorp y Northern Orion.
Bajo la alumbrera fue y sigue siendo un caso emblemático. Llegó a remover, diariamente más de 300 toneladas de roca y consumía por minuto casi 70 mil litros de agua. El estado catamarqueño le concedió impúdicamente autorización para utilizar hasta 100 millones de litros de agua de manera diaria, una barbaridad si se tiene en cuenta que la OMS argumenta que una persona puede satisfacer todas sus necesidades con un mínimo de 50 litros de agua por día. Un cálculo simple nos dice que la Alumbrera puede utilizar en un día lo mismo que necesitan más de 2 millones de personas.
Semejante daño y gasto no redundó en las arcas del estado catamarqueño pues las regalías que dejaban eran ínfimas.
Nada nuevo.
Aunque si fueron generosos en dejar un pasivo ambiental fenomenal que se calculan en –por lo menos- cinco derrames con tóxicos en sus valles y sus ríos, la voladura de montañas, el cambio del paisaje.
Las fotos que muestran esas ollas profundas, escalonadas son producto de estas explosiones que las empresas mineras generan para buscar metales generando peligrosidad en la circulación y una modificación escandalosa del contorno.
La Profesora Blanca Gioria (1) viene investigando el extractivismo minero en argentina y consultado por este periodista relata “Crean enormes cráteres que le dicen el ombligo del mundo que después no lo tapan. El de Bajo la Alumbrebra tiene 5 km de largo x 500 metros de profundidad. Queda un agujero al lado de un dique de cola donde están los residuos contaminados a 4000 metros de altura que si llega haber un movimiento sísmico eso se raja y va directamente a los ríos que alimentan o que le nutren de agua a las poblaciones que están más abajo.”
El cambio de escenografía que se produce en una localidad puede aparecer como una semblanza romántica o nostalgiosa. Los defensores del extractivismo pueden atacar esta visión privilegiando la producción. No es así, pero aún dándoles la razón, las consecuencias son asimismo graves si se percibes otros perfiles.
El uso de explosivos obligó a todo un pueblo a tener que convivir con una nube de polvo y sulfuros de manera permanente, producto de las explosiones y –según relatan algunos- una lluvia ácida tan molesta como perjudicial para la salud.
Al igual que sucede con las poblaciones que sufren la práctica del monocultivo, la siembra directa y la fumigación los pobladores de estas zonas enferman y mueren en proporciones mucho más grande que en otros lados.
Luis Alberto Flores es médico generalista, trabajó en el hospital zonal de Andalgalá, y fue muy claro cuando hace unos años alertó que desde que se radicó la minería en ese lugar aparecieron distintos tipos de cáncer.
Lo que preocupó al profesional es la cantidad de chiquitos y adolescentes que mueren por cáncer cuando –se sabe- es una enfermedad que por lo general ataca a la segunda y tercera edad. Fue el mismo Flores quien en un reportaje concedido al medio “Nuevo Diario” de Santiago del Estero reveló números que asustan afirmando que la incidencia de cáncer juvenil trepaba en la zona un 2400%. Para que se tenga dimensión de lo elevado de este número basta decir que los últimos datos revelan que la tasa de incidencia anual de cáncer en nuestro país es de alrededor de 124 casos por millón de niños menores de 15 años (2)
Semejante realidad llevó al profesional –y a otros- a concretar una investigación y relacionarlo con algún componente químico que esté consumiendo la población. El trabajo formó parte de la tesis que debía ser presentada en la maestría en salud pública, y aunque el médico fue presionado por el gobierno provincial para no difundirlo, con valentía Flores pudo informar que entre las posibles causas, se mencionan los residuos tóxicos de la megaminería y las antenas telefónicas.
Cuerpos y territorios sufren las consecuencias del extractivismo.
Se sabe que el río Salí-Dulce quedó contaminado con metales pesados, producto de la actividad. El perito Héctor Oscar Nieva – en un trabajo para su maestría- denunció que el dique de cola contaminó las napas de la zona. Otras denuncias de vecinos, de la Fiscalía General de Cámara del Poder Judicial de Tucumán y de la Universidad de Córdoba relatan distintas contaminaciones producidas en el lugar.
Con el tiempo se supo que lo contaminado en el lugar es inaudito: 20 mil veces más de arsénico, 5 mil veces en cadmio, diez mil veces más en mercurio que lo permitido por la ley nacional, y cantidades exorbitantes de plomo fueron la única inversión dejada.
Mina Bajo de la Alumbrera.
La realidad de Bajo la Alumbrera es la misma que ocurre en otros rincones donde habita la minería a cielo abierto promesas de progreso y de respeto al ambiente que no se cumplen. Se dijo en su génesis que el pueblo cambiaría: que habría trabajo, que se construiría un hospital, barrios, escuelas.
Nada de esto sucedió: según los habitantes del lugar en el mejor momento la empresa llego a contratar a menos de un centenar de personas, la mano de obra calificada vino de afuera y ninguna obra de infraestructura fue concretada.
En el año 2009 se hablaba de otro proyecto en ejecución: se trataba del yacimiento Agua Rica. La misma empresa Minera la Alumbrera iba a ser la responsable de realizar el estudio de factibilidad. Agua Rica iba a ser un proyecto de extracción de oro, plata y cobre y se encontraba a tan solo 15 kilómetros de Andalgalá.
LA RESISTENCIA: ASAMBLEA EL ALGARROBO
Era demasiado. Los vecinos se organizaron. No estaban dispuestos a otro saqueo.
Buscándole tiempo a sus vidas se encontraban, charlaban discutían y conformaron a mediados de diciembre del año 2009 la asamblea “El Algarrobo”, así bautizada pues su nacimiento fue a la sombra generosa que brindaba ese árbol. Rosa García, fiel integrante de este grupo cuenta que allí se juntaban, al costado de la ruta por donde iban a pasar camiones y maquinarias si se aprobaba el proyecto Agua Rica.
Alejandro Simbrón vive en Santa Fe. Posee una extensa y tupida barba donde ya aparecen algunas canas. De ojos marrones y pequeños, de hablar pausado es uno de los imprescindibles, esa gente necesaria –como relata el poeta Hamlet Lima Quintana- que hoy se necesitan. Incansable, movilizado tiene kilómetros recorridos caminando la calle que es lugar donde la gente camina cuando hace historia. Preocupado por el ataque que se le produce al ambiente se lo puede ver manifestándose contra el modelo de agro negocios, la minería contaminante o el desmonte de los bosques nativos.
En el año 2009 Simbrón fue uno de los integrantes de la Asamblea El Algarrobo, su testimonio era importante. Hablé con él una primaveral tarde santafesina: “Viví un tiempo en Quebrada Luna, Córdoba, estaban queriendo llegar unos franceses para sacar oro y ahí me enteré que muchos vecinos se reunían. Me fui relacionando, había familias que se habían ido a vivir a Andalgala, me enteré que había pobladores que querían resistir a un emprendimiento minero contaminante, así conocí la Asamblea el algarrobo: un grupo de habitantes dignos, solidarios dispuestos a luchar por su ambiente y su salud”
No son palabras huecas o expresiones de deseos, la historia demostrará que lo dicho por Simbrón fue realidad.
Era la organización de una comunidad hastiada que peleaba por la vida: hablaron con las autoridades, pidieron explicaciones y los sábados a la noche dejaban la comodidad de sus casas para concretar caminatas por la ciudad que decían basta a la minería a cielo abierto.
Desde aquel sábado nunca más dejaron de marchar.
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Exigieron información, querían conocer los informes de impacto ambiental. La respuesta del poder político fue la misma de siempre: acusarlos de extremos, intentar desarticular la organización, asustar para que los pobladores no participen y hasta amedrentar cualquier intento de organización con presencia policial.
Nada los paró. Se movilizaron hasta la puerta del emprendimiento minero y el 15 de febrero de 2010 fueron desalojados por orden de un juez previa brutal represión policial. Las fuerzas eran desproporcionadas: un grupo especializado como fuerza de choque, infantería, la policía con perros y refuerzos de otras localidades fue la bestial movilización de las fuerzas de seguridad para descomprimir una asamblea de vecinos.
Aún así la resistencia fue tan importante que otro juez debió dictar una medida de suspensión de toda actividad minera en el yacimiento Agua Rica. Era una primera victoria.
No fue la única represión sufrida por los asambleístas, se fueron repitiendo cada vez que se manifestaron y hasta judicializaron la protesta inventando causas penales contra vecinos.
Como en tantos lados, los asambleístas sabían que debían dar lucha en diferentes frentes: el político fue uno, el judicial otro.
En marzo del año 2010 presentaron ante el concejo deliberante de Andalgalá un proyecto de ordenanza de prohibición de explotación minera a cielo abierto. No fue fácil, pero finalmente fue tratado en el recinto y de manera desfachatada los representantes del pueblo andalgaleño le dieron la espalda a sus vecinos.
Hubo que pensar otra estrategia. Pidieron se convoque a un plebiscito de carácter vinculante que si bien en sus inicios se aprobó, finalmente no se llevó a cabo ya que fue declarada inconstitucional.
Estaba claro que la idea era vencerlos, cansarlos.
Nada más lejos de la realidad.
Además la empresa minera producía –una vez más- contaminación social: intentaron dividir a los pobladores con falsas acusaciones, con promesas vacías de contenidos y entregando dádivas. Alejandro Simbrón me cuenta: “Entraron a las escuelas, daban algo de dinero para alguna reparación, pasaban la maquina y emparejaban la cancha de futbol, daban pelotas de fútbol, camisetas a clubes, una serie de limosnas para comprar voluntades”
En el mes de septiembre del año 2012, ciento cincuenta vecinos presentaron una medida autosatisfactiva, para que se suspendan todas las exploraciones y explotaciones de yacimientos mega mineros en el cordón montañoso Sierras del Aconquija al menos hasta tanto el Instituto de Nivologia y Glaciología realice el inventario de glaciares. Nunca tuvieron respuesta
Asambleas, manifestaciones, casi 800 caminatas por la vida, campamentos en las puertas de los yacimientos, en la intendencia e –incluso- frente a los Tribunales de la Nación en Buenos Aires fueron la manera que tuvieron los vecinos de mantener la lucha.
En el año 2014 y en el 2016 acamparon en la misma puerta de los Tribunales Federales pidiéndole a la Procuradora General de la Nación, por aquellos días Alejandra Gils Carbó, dictamine a favor de amparos ambientales presentados hace 6 años.
La justicia es lenta.
Mientras algunos sectores pragmáticos manifiestan que de nada sirve reclamar, otros quijotes y la misma historia sostienen que cuando el pueblo camina por la calle hace historia.
El 1 de marzo de 2016 la Corte Suprema de Justicia hizo lugar al recurso de los vecinos de Andalgalá (3) , la justicia de Catamarca debía anular la resolución que autoriza el emprendimiento minero de Agua Rica. El fallo fue unánime y es contra la sentencia del Superior Tribunal de Catamarca que había rechazado el recurso de amparo de los vecinos que, justamente, amparados en la protección de su salud pedían la suspensión del proyecto.
En su decisión, la Corte Suprema consideró que la resolución del año 2009 que aprobaba la explotación de Agua Rica, «puede producir un daño grave al medio ambiente que puede llegar a ser de imposible reparación en el futuro» y explica que el gobierno catamarqueño aprobó en forma condicionada el proyecto minero porque admitió la existencia de problemas ambientales que la empresa debía solucionar antes de iniciar los trabajos para explotar la mina.
Era una victoria importante pero había que seguir.
El 9 de septiembre de 2016 fue viernes. El Concejo Deliberante de Andalgalá debía tratar un proyecto de ordenanza presentado por sectores autoconvocados y firmado por el ciudadano Leonardo Ramallo pero presentado por los ediles Luis Olas y Carlos Sanchez que solicitaba la prohibición de la minería a cielo abierto en la cuenca del río Andalgalá.
Los siete concejales votaron a favor. Se prohibía la minería a cielo abierto en búsqueda de oro, cobre, plomo, plata y también de minerales nucleares descubiertos o a descubrirse en la cuenca del río Andalgalá. Otro artículo de la ordenanza prohibía el uso de cianuro y mercurio, y toda sustancia química contaminante y peligrosa.
Además, se prohíbe el uso del agua de río, vertientes o subterránea para la explotación. También plantea que las empresas serán jurídicamente responsables en caso de daño ambiental.
La ordenanza lleva el número 029/16 y fue sancionada por el intendente Alejandro Páez quien ocupaba su cargo después de haber protagonizado campaña electoral con un fuerte discurso antiminero y con promesas de no permitir este tipo de emprendimientos.
Hoy esa normativa está vigente.
¿Qué puede haber llevado a esos concejales a aprobar la iniciativa? Algunos hablaban de internas política, otros que el fallo de la Corte de Justicia de la Nación, que ordena a realizar un nuevo estudio de impacto ambiental, los había decidido.
Queda claro que la insistencia y digna porfiada popular fueron claves.
Sin la tenacidad, los acampes, las manifestaciones, las casi 800 marchas realizadas ganándole al frío, el calor, la lluvia y hasta las amenazas nada de esto hubiera sido posible.
Como el algarrobo que le da el nombre, la asamblea es noble, fuerte y posee la convicción de los que saben tienen la verdad.
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