Por Ricardo Serruya
Cada vez son más las especies en vías de extinción y las ya extinguidas. Cuando se habla de extinción se entiende que se pierde una vida para siempre, ya no habrá más posibilidad de existencia o de procreación.
Las causas son diversas: Fumigaciones, tala indiscriminada de árboles, incendios, modelos productivos que atacan la vida, entre otras. S
Solo en nuestra zona, donde vivimos 12 millones de habitantes, se vierten, por temporada, 600 litros de venenos que reclaman los eventos transgénicos plantados en nuestros campos. Muchos de esos venenos afectan flora y fauna, enfermando y matando especies animales y secando diversas plantas.
La tala indiscriminada y los incendios provocados en espacios verdes para extender la frontera agropecuaria o para la construcción de emprendimientos inmobiliarios arrasa con plantas que se pierden para siempre y con el hábitat de muchos animales que no encuentran lugar donde desarrollarse.
La llamada “caza deportiva” también hace desparecer animales
Por estas prácticas solo en los s últimos diez años se perdieron especies como la tortuga de la isla Pinta de Ecuador, también conocida como tortuga gigante de la Pinta o de la isla Abingdon, es una especie de tortuga de las Galápagos nativa de Ecuador, el rinoceronte negro de Camerún que ya no existe por la caza indiscriminada, el delfín Baiji en china, desapareció por la pesca extractiva y por la construcción de plantas de energía hidroeléctrica que modificaron su habitat, el pájaro carpinteo imperial que es de México, el león marino japonés, también por la pesca, el sapo dorado en Costa Rica por fumigaciones , y un listado interminable de animales que, en solo 10 años, ya no existen.
A ello habrá que sumarle más de 650 especies de plantas que por las fumigaciones, la tala o los incendios ya desaparecieron
CAZA DEPORTIVA
Uno de los motivos de la desaparición de especies animales es la caza deportiva, un eufemismo para explicar lo inexplicable: se trata de matar por placer, para probar puntería, para demostrar superioridad. Una serie de explicaciones irracionales que nos aleja de cualquier atisbo de humanidad.
Lejos de cualquier explicación racional, en nuestra zona la mal llamada caza deportiva se realiza con el visto de bueno de estados que legislan y aprueban tan nefasta práctica. Es lo que ocurrió hace unas semanas en la Provincia de Entre Ríos que dio a conocer la resolución 1099 que habilita la caza deportiva desde el 14 de mayo hasta el 15 de agosto. En su texto puede leerse que se permite la caza de liebres, perdices y algunos patos, todos animales autóctonos.
Un hecho repudiable y una medida desacertada ya que, además de legitimar una acción absoluta deshumana se lo hace en este presente, donde todavía se sufre una sequía (producida por la crisis climática existente que también es achacable al modelo productivo) que genera pérdidas de especies por la falta de agua y donde los incendios provocados produjo la pérdida de poblaciones enteras de fauna y flora.
No se realizaron, además, estudios cinegéticos previos sobre especies en vías de extinción o sobre aquellos que están en épocas de reproducción.
CONTAMINACION CON PLOMO
A la cruel matanza de animales se le debe agregar la contaminación con plomo de humedales, cultivos y cursos de agua.
Los números son espeluznantes.
Un cazador tira con su escopeta por día aproximadamente 800 tiros. Los tours de este tipo de “turismo” suelen ser de 5 días y cada disparo pesa 32 gramos . Si tenemos en cuenta que en nuestra zona (Santa Fe y Entre Ríos) vienen a realizar este tipo de actividad cerca de 1500 cazadores, por temporada se acumulan 192.000 kilos de plomo que, como demora en degradarse entre 100 y 300 años, quedan contaminando nuestros ríos, arroyos y lagunas, junto con los campos de cultivo y los humedales.
Una contaminación tan invisible como perjudicial.
Pablo Beldoménico es veterinario, investigador del Conicet, Doctor en Ciencias Biológica. Master en Medicina Veterinaria, estudia enfermedades en animales silvestres. Es además docente de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Nacional del Litoral y dirige el Laboratorio de Ecología y enfermedades del Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral. Desde su experiencia nos relata que el plomo mata aún después de haber sido disparado, cuando queda en el ambiente “Cuando se usa plomo, los perdigones quedan depositados en el fondo de los cursos de agua y los patos lo comen. Ese trozo de plomo tiene acido, que es biodisponible porque se va erosionando y quedan moléculas que son absorbidas, empiezan a circular y son toxicas. Los patos tienen la costumbre de “cucharear” con sus picos el fondo del agua buscando piedritas que le sirven para triturar la comida en sus estómagos y confunden esas piedritas con plomo, la ingieren y en sus estómagos se va desintegrando, se distribuye en su cuerpo que es toxico y los mata.”
Beldoménico nos aclara además que esas muertes son muy difíciles de documentar ya que “ese pato intoxicado con plomo sufre síndromes neurológicos como la fotofobia, se esconde y es difícil de encontrar.”
Como se ve la práctica es cruel en todo su proceso y por eso en muchos países se ha prohibido. Diversos extranjeros que vienen a cazar a la costa santafesina o entrerriana proceden de países donde no se les permite llevar adelante esta práctica.
Estamos saliendo de una pandemia que, debiera habernos servidos para pensar y construir otra manera de producir, de vivir, de relacionarnos, sin embargo parece que perdemos una nueva oportunidad para ser mejores y volvemos a tropezar, una vez más, con la misma piedra