Por Ricardo Serruya.
Uno no sabía si lo que se veía por televisión el miércoles era realidad o ficción.
En el Congreso, Diputados debía sesionar. Adentro un grupo de legisladores querían que la sesión sea presencial, otros que asistan los que residían en Buenos Aires y los demás lo hagan virtualmente. Ocho horas llevó esa discusión. 8 horas. ¿No te parece mucho?
Afuera un puñado de porteños, que desde hace tiempo forman parte del “no se de que se trata pero me opongo” montaba una muy mala comedia cuyo protagonista es, extrañamente, el que inteligentemente nos hiciera reír hace algunas décadas con “Cha cha cha.”
Finalmente no se llegó a un acuerdo, la imposición de Juntos por el Cambio de sesionar solo presencialmente abortó la posibilidad de discutir, entre otros temas, la reforma judicial, la nueva fórmula de movilidad jubilatoria y el impuesto, por única vez, a la riqueza.
Todo parecía tener fumata blanca cuando el oficialismo propuso que los diputados que quieran sesionar en forma presencial lo hagan y que los que no puedan o deseen lo hagan en forma virtual también lo puedan hacer. Es más, el mismo Presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa garantizaba un lugar más amplio que el recinto para algunas de las sesiones que la oposición considerara “conflictiva”.
Listo, dijimos el común de los mortales, ya está, se sesiona.
No fue así, la oposición terminó por rechazar la propuesta y propusieron para sesionar en forma presencial el Teatro Colón y el CCK.
Resultado: no hubo sesión
Incomprensible que los mismos que no quieren discutir leyes, de manera remota, en la cámara de diputados, si lo hagan en el mismo edificio en la de senadores. La semana pasada algunos proyectos tuvieron media sanción en la Cámara alta.
Los republicanos, que tanto se rasgan las vestiduras defiendo las instituciones. abortaban una sesión.Pero lo terrible es que, mientras no sesionaban en el Congreso y si lo hicieron la semana anterior en el senado, a pocas cuadras de allí en la legislatura porteña, ellos mismos, los que decían que no se podía sesionar en diputados, lo hacían tratando la reforma al Consejo de la Magistratura, el ministerio público y la designación de 4 jueces.
A ver… en Senado, que está en el mismo edificio, si, en la legislatura de la ciudad de Buenos Aires, que está a pocas cuadras, también. En Diputados, no.
Muy loco no. En un lugar no, en el otro si
En el congreso, según Juntos por el Cambio, no es prioritario discutir la reforma judicial federal, pero si lo es en la legislatura de Bs As donde, a la misma hora, se trataba la reforma del consejo de la magistratura.
A esta altura las caretas ya se cayeron. Está claro que no quieren sesionar ni tratar ciertas leyes.
Pretenden que veamos como lógico que las personas mayores de 60 años se cuiden, salgan lo menos posible, tengan previsiones con la pandemia, pero que un diputado, de la misma edad, vaya a la Cámara a Sesionar. Sugieren que no nos movamos de casa, pero les parece correcto que un representante de Jujuy, Salta, Mendoza o Chubut, viaje en auto hasta Capital.
Los mismos que defienden la república, que dicen ser los guardianes de los valores democráticos, los que tantas veces hicieron campaña alertando sobre la inercia de quienes deben legislar, ahora no los sentás por nada del mundo en una banca.
Paradojas de la vida: los que viven despotricando contra los planes sociales, los que machacan contra los que perciben migajas sin trabajar, son los que ganan enormes salarios y no trabajan. Los mismos a los que no les tiembla el pulso para firmar descuentos salariales si algún sector del trabajo decide hacer un paro no laburan y cobran el 100 por ciento del sueldo.
No jodan. No legislan porque no están de acuerdo con los proyectos que se quiere tratar. No coinciden con la posibilidad de reformar alguito la Justicia Federal. No quieren que se instale un impuesto por única vez a los grandes ricos de este país que no son más de 12 mil personas. Y está bien que así sea. Está bien que no coincidan. Tienen otro proyecto de país, y es absolutamente válido. Pero defiéndanlo con recursos razonales, discutiendo desde el congreso, no con chicanas baratas, no impidiendo una sesión.
Hablan de oposición seria, colaborativa y montan un show. Instalan patotas que impiden la entrada al congreso. Reaccionan si alguien corta una ruta o una calle, pero no dudan en impedir la entrada al Congreso.
Lo hacen con todas las cámaras de televisión amigas con un comediante amante del flan y de la intolerancia que ya no le alcanza con boicotear el aislamiento, sino que ahora, como dicen ellos mismos “van por todo”, defenestrando la embestidura presidencial que tantas veces defendieron, insultando, agrediendo
“Yo me cago ya en cualquier cosa que me digan, no creo en ninguno de ellos. Lo único que quiero es que haya estado de derecho y se respete la puta Constitución”, bramó Casero rodeado de un pequeño grupo de personas que ondeaban banderas argentinas y hacían sonar algunas cacerolas que llevaron desde sus casas. Mientras vociferaba esto, no quería que se traten leyes.
El psicoanalista Jorge Aleman, siempre lúcido a la hora de la reflexión pintó muy bien la situación cuando afirmó que “en la situación de la pandemia se ha extendido la idea que existe una imposición por poderes ocultos y van contra toda evidencia de la realidad», y agregó «Casero no pudo sostener su talento, esa genialidad de su día se apagó y ahora toda la libido y genialidad está puesta en estas construcciones que hace.
A veces los sentimientos llevados al extremo pueden generar actos irracionales. Es lo que parece sucede por estos días: la pulsión de odio que destilan muchos los lleva a desbordes emocionales y políticos grotescos. Los que dicen defender la constitución, no aceptan nada que no esté teñido con el color de sus raras maneras de concebir la vida.
Creen que la justicia no funciona, pero no desean que se la reforme. Dicen que los choros deben ir presos, pero salen a la calle a defender una empresa cerealera que se robó todo. Toman como modelo otros países que, por ejemplo, impone un impuesto a la riqueza, pero se desmayan si acá se pide lo mismo. Creen que el servicio que pagan por la telefonía celular e internet es caro y malo pero se oponen a que congelen por un mar de meses las tarifas.
Escupen para arriba. Atacan lo que dicen defender. Se llaman libertario y son dictactoriales.
Son el otro virus con los que convivimos