Por Ricardo Serruya
Desde hace ya un tiempo, cuando un grupo de ciudadanos sale a la calle para
expresar solidaridad con alguien o con una causa justa, se involucran bajo la
consigna “todos somos”. Así, ante el asesinato de Cabezas, de Maldonado o de
FuenteAlba, los que salimos a la calle nos apoderábamos de la causa y “todos
éramos José Luis Cabezas” o “todos éramos Fuentealba” “Todos eramos Santiago”.
Una manera, no de apropiarnos del dolor, pero sí de hacernos uno en el que había
sido asesinado.
Un logro de lo colectivo por ante lo individual. “Todos éramos y todos somos”
Sectores que se encuentran en las antípodas y que no salen a la calle cuando
queman a un fotógrafo, menos aún se les ocurre manifestarse porque asesinan a
un docente o a un artesano que defiende las causas justas de los pueblos
originarios, porque, dicen “ nada tenían que hacer allí. Que hace un docente en una
manifestación que no está en el aula, que tiene que meterse ese hippie con los
indios”, se apropiaron de esta consigna colectiva y ellos también usan el “todos
somos”
Robaron esa consigna del “todos somos” que nace como un grito colectivo contra
el poder, para transformarse en un consigna vacía, hueca, sin contenido,
privatizadora del reclamo y –fundamentalmente- hermanada con el poder. Así
fueron Nisman, fueron el campo, fueron la república. Hoy son Vicentin. Salen a la
calle con carteles que rezan que “todos somos Vicentin”, o al menos “ellos son
Vicentín.
Una aproximación simple podría afirmar que si de verdad, “todos somos Vicentin”
estaría bueno que nos devuelvan lo que se llevaron impúdicamente, pero
permítaseme encarar estos pensares por otras aristas.
Desde distintos lados, fundamentalmente desde los medios de comunicación se
emiten mensajes que finalizan, como una caja de réplica, en colas de bancos, de
verdulerías, en charlas de oficinas, etc, se habla da le negación de los habitantes
de Avellaneda a el anuncio de intervención y ya muy lejana posible expropiación de
la planta, se afirma que toda la comunidad apoya una supuesta “empresa
familiar”, que el norte santafesino se transformó en una pueblada que “aguanta y
resiste” (otros términos robados) el embate.
Nunca se da información precisa, quienes son toda la comunidad? 300 personas?.
Poco, muy poco si se tiene en cuenta que según el último censo, Avellaneda tiene
26 mil habitantes.
Una carpa del aguante (como la carpa blanca de los docentes o la carpa negra de
los inundados), varias caravanas de autos tocando bocina, tractorazos, las
infaltables cacerolas y hasta un grupo de mujeres rezando el Rosario se unieron -o
mejor dicho debiera decir se mezclaron- bajo la consigna de salvar al república. Y
otra vez preguntas ¿Qué es salvar la república?, dejar que un grupo de empresarios
truchos saquen plata del la banca pública para depositarla en sus cuentas en el
exterior?. Raro concepto de republicanismo.
Tan raro, tan confuso como esta práctica, ya habitual en nuestro país, lleva a cabo
por sectores que salen a defender con uñas y dientes lo que no les pertenece.
Blancos poblacionales que se atrincheran para socorrer a quien, en ocasiones los
perjudica. Un supuesto deseo de pertenecer a un lugar en el que nunca se estuvo y
que –difícilmente- algún día se pueda entrar y hasta una defensa que va contra los
propios intereses.
Tan raro como esta empatización con quien –por lo menos- hizo las cosas mal, pero
viste de traje y corbata y eso pareciera minimizar su responsabilidad. ¿Qué hay de
los obreros que pueden quedar en la calle?, ¿Qué hacemos con los productores, las
cooperativas que ya le vendieron a Vicentin sus producciones y no cobraron?.
Cuando empatizamos con ellos?
Tan raro como la defensa a rajatabla del intendente Dionisio Scarpin de raigambre
macrista, aunque los medios nunca lo aclaran, como si lo hacen cuando el político
sale con otro discurso: allí enseguida aparece el epíteto “K” con una acentuación
de lenguaje que busca el desprestigio.
Es parte de esta batalla cultural que, decimos, estamos perdiendo. Un relato (y
este sí que es un relato) que moldea pensares, significantes autodestructivos.
Trabajaron muy bien bajo slogans que dicen solo parte de la verdad “que se trata
de una empresa familiar” cuando en realidad hoy ya es un ceo. Que es parte de la
industria nacional, cuando en realidad lo que se quiere evitar es que la compren
por dos pesos una multinacional. Que son capitales del lugar, cuando ya está
comprobada que vía Paraguay y Uruguay se llevaron gran parte del dinero.
Mientras ametrallan con estas falacias, nada, absolutamente nada dicen de los
préstamos pedidos y otorgados fuera de la ley, ni de la cada vez más segura fuga y
lavado de dinero.
No jodamos, poco tiene esta empresa de familiar y mucho de gran empresa
especulativa para enriquecerse con el sacrificio de otros.
Será hora de que todos seamos…. más empáticos con quienes se lo merecen, que
todos seamos…más exigentes con los que os roban y , fundamentalmente que
seamos….más justos a la hora de manifestarnos.
Quizás ese sea el verdadero Todos somos