Por Ricardo Serruya
Hoy es nuestro día, el del periodista, y debe ser ésta una de las etapas más ricas
para reflexionar sobre nosotros y a su vez, es también una de las etapas más duras
-en Democracia- para ejercer nuestra profesión.
Necesaria aclaración, etapa dura en democracia, pues el momento más trágico
para ejercer nuestra profesión, sin lugar a dudas, es cuando no existe libertad.
En democracia estos son tiempos fuleros: donde muchos han perdido su trabajo,
donde no existe la categoría de gris y te obligar a estar de un lado o de otro, un
momento –como lo dijimos el otro día por estos micrófonos- donde perdimos la
batalla cultural, un momento histórico donde pareciera que , para hablar de
aislamiento, vale más la palabra de Susana Gimenez que la de un infectólogo, se
puede decir que los pobres son pobres porque quieren y que les gusta vivir de los
planes y no pasa nada, pero si vos decís que hay que legislar para que haya un
aporte único y extraordinario de los super ricos, te linchan.
Permítaseme, hoy cerrar el programa y hablar, no de nosotros, sino del rol que
cumplimos y de cual debiéramos cumplir.
Lo primero que se dice en este espacio -escapando a cualquier atisbo de
originalidad- es que este 7 de junio, no fue este un día para celebrar. En cada
encuentro, charla, conmemoración, debate que hubo y desde hace años, todos
coincidíamos en que no es éste día del periodista, un día de festejo ya que en estos
últimos meses muchos de nuestros pares perdieron su trabajo.
Se hace necesario decir que cada vez que se echa a un periodista no solo se pierde
una fuente de trabajo (lo que es grave) sino que, además, se silencia una voz, se
cierra una puerta donde otros se informaban, pensaban, crecían.
A esto habrá que sumarle una serie transformaciones que se producen en la
industria de la comunicación que han desplazado nuestra labor lo que se agrava
con el nivel de precarización laboral que sufrimos, una de los mayores de los
últimos tiempos.
Por los demás algunos debates siguen presentes, si existe o no la independencia en
nuestra profesión, si se puede ser objetivo o si existe un periodismo militante o
un periodismo independiente
Una primera aclaración , tan necesaria como obvia, es que los periodistas, al igual
que otros, somos antes que nada ciudadanos con ideas, gustos, preferencias,
opciones, nos ubicamos en algún lugar, tomamos partidos por algunas cosas y
elegimos. Así las cosas es tan ridículo como hipócrita sostener independencia o
supuesta objetividad, imposible de mantenerla pues somos sujetos y no objetos.
Nuestra profesión no nos corre de este rol humano de pararse en algún lugar.
Aún así hay un abanico numéricamente importante de periodistas y hasta de
medios que sigue autoproclamándose, orgullosamente, como independientes
¿Independientes de qué? ¿De quién los emplea, del estado, del dueño del medio,
de la pauta… independiente de qué o de quién?.
Como también resulta peligroso convertirse en periodismo militante, pues se sabe
la militancia sabe de pasiones y poco de razones, y nuestra labor necesita alta dosis
de ambas, no solo de una de ellas.
Una cosa muy distinta es ejercer nuestra profesión con honestidad, opinar con
honestidad, pararse en algún lugar con honestidad que resulta ser muy distinto a
hacerlo por algún interés particular o producto de alguna operación.
Y sin embargo muchos que han prostituido esta noble profesión periodística,
muchos de los que operan con descaro e impunidad no solo no son castigados por
algún organismo periodístico, sino que -además- gozan de prestigio y popularidad .
Un tema grave si se tiene en cuenta que, producto de un desprestigio de la clase
política, más una ubicación social errónea en que nos hemos puesto, ha ubicado,
en este último tiempo, a los medios (no a los periodistas) en un podio de
representatividad social que, en principio, no le(nos) corresponde .
El mote de cuarto poder no resulta casual, siempre lo han sido los medios, y en
estos tiempos que corren , lo son más aún . Nos hemos convertido (se han
convertido) en un engranaje del poder, un sector que colabora -o no- con los
sectores poderosos de lo ideológico y lo económico. Y por eso perdimos la batalla
cultural.
Quizás la diferencia es que hubo un tiempo que los empresarios contrataban
buenas plumas, dignas voces, respetadas mentes porque se suponía que el
periodismo era, antes que nada, un trabajo intelectual mientras que hoy, la
preferencia es contratar al alcahuete de turno que le sea lo más funcional posible
aunque posea escasa competencia intelectual.
No resulta lo mismo el alcahuete de turno que el digno corajudo que le pone el
cuerpo a la profesión, no debiera tener la misma posibilidad el que ha estudiando,
se ha preparado, con el advenedizo de turno solo portador de una importante
carpeta publicitaria, no es igual el amarillista, que el buscador de información que,
además chequea, no resulta igual el que habla o escribe porque tiene atrás una
torta publicitaria que lo avala, que el que se esmera por ejercer la profesión con la
aproximación más cercana a la verdad.
Está claro que no es lo mismo y por eso prefiero no caer en el convencionalismo de
decirle periodista a cualquiera que esconda su más espurios intereses y hasta
negociados detrás de un micrófono, una cámara de televisión o una computadora
Sin lugar a dudas que somos mucho más que eso, somos lo que nos negamos a
usar el verbo en potencial en cada oración para no jugarnos nunca, los que no le
ponemos música a la realidad , los que no buscamos una ráfaga emotiva para
ambientar un penoso hecho, porque sabemos que la realidad es digna o dolora
por sí misma y no necesita ser ambientada, los que no confundimos realidad con
show, los que no refritamos (copiar) de otros para no pensar
Es oportuno entonces decirle entonces, feliz día a los movileros que siguen
buscando la nota y no la primicia, a los conductores que reniegan de ser
animadores, a los que chequean antes de informar ya que prefieren la verdad a ser
los primeros, a los que no le ponen música de emotiva al hecho penoso, a los que
no confunden opinión con operación, y periodismo con ser un mercenario.
Feliz día a los que prefieren oír que escuchar y ver que mirar.
Feliz día a quienes no se creen independientes porque sabe que no solo son, a los
que se saben sujetos y no objetos y por eso tampoco se dicen objetivos, feliz día a
aquellos que todos los días pueden levantarse y lavarse los dientes o peinarse
mirándose al espejo sin escupirse
Para ellos, sólo para ellos, feliz día