Por Ricardo Serruya
Una vez más la sequía es noticia. ¿Se trata de un hecho natural? ¿Cuánta responsabilidad cae sobre el modelo productivo? Desde hace tiempo se viene alertando sobre un fenómeno que se profundiza y preocupa
Hace tiempo que el tema de la sequía forma parte de la agenda mediática y ciudadana.
En la cola del banco, del supermercado y hasta en las sobremesas familiares se habla sobre la escasez de agua y la bajante de ríos y lagunas.
Los tradicionales paseos por las costaneras en nuestras ciudades modificaron su escenografía. Desde la costa puede verse cursos de agua casi inexistentes y ya es común vislumbrar bancos de arenas y el lecho de ríos en donde, antes había agua profunda.
El hecho resulta cada vez más preocupante: ciudades donde escasea el agua para consumo, cosechas que se pierden porque no llueve y no existe posibilidad de riego, animales que mueren de sed, abren un abanico de preocupaciones.
Solo en el primer mes de este recién inaugurado 2023, portadas de diarios muestran imágenes impactantes donde puede verse lagunas secas y osamentas de animales que perecen por la falta del vital líquido. Se informa que la pérdida de exportaciones puede superar los 14 mil millones de dólares y que el impacto en el PBI araña el 2%, no es para menos, la sequía cubre casi el 55% de todo el territorio nacional..
Estos últimos días pudo verse lo que alguna vez fue un necesario y bellísimo curso de agua: la laguna Cristal que llegó a abarcar una superficie de 15 hectáreas, hoy totalmente seca. Esta laguna se encontraba en Calchaqui, departamento Vera. Se trataba de una reserva – balneario, y es un área protegida municipal, declarada Reserva de Vida Silvestre en 1992.
Cesar Massi, defensor de plantas y naturista, publicó en su cuenta de twitter imágenes desoladoras.
El hecho se repite en distintos lugares y, aunque duele y asombra, se venía alertando desde hace tiempo.
La Agencia Espacial Europea había hecho público hace ya un año que el tema era preocupante y que iba a profundizarse. Hace solo unos días dicha agencia publicó dos fotos de la cuenca del río Paraná, una tomada el 6 de enero del año pasado (2022) y otra en estos días. Si se las compara se ve que la falta de agua aumenta a pasos agigantados.
Nadie con poder de decisión puede manifestar que el hecho lo toma por sorpresa. Ya en julio de 2021 el mismo organismo había utilizado el idéntico método para mostrar la situación de ese entonces que, si bien era preocupante, sin dudas se mostraba menos agobiante que la actual.
No se trata solo del curso del imponente río Paraná, todo el ciclo hidrológico en América del Sur ha sido dañado irreversiblemente y, aún así, son pocos los artículos periodísticos y hasta los informes que relatan las causas de esta situación. Abundan datos, se relata que se trata de un hecho inédito, se calculan las pérdidas, pero no se profundiza sobre los motivos que generan este ya catalogado desastre ambiental.
Sólo algunos sectores alertan que los modelos de producción y la deforestación son, en parte, responsables de la ausencia de agua, y –si bien es cierto que no se trata de los único motivos- urge se emplace un debate sobre producción y ambiente. Hoy ya no existe duda en cuanto que las actividades desaprensivas con el entorno generadas por la humanidad nos está llevando a un punto de no retorno.
Veamos algunas de ellas.
Si nos enfocamos solo en nuestro Río Paraná se podrá apreciar que, por estos días, experimenta su menor nivel en 77 año, un hecho que no es casual, sino causal. Tan es así que, con muy poca difusión y repercusión, casi silenciados, un grupo de científicos protagonizó en abril del año pasado “La rebelión científica global” como protesta ante la agresión sufrida por los ríos.
Irene Waiss bióloga de la UBA lo anunció:
Todos los ríos son consecuencia de atmósferas oceánicas cálidas, de vientos, de aire húmedo, de lluvia sobre los bosques tropicales y sobre las selvas. También se forman por el deshielo, y de estas formaciones, el río luego alimenta al mar y este al océano.
Se trata de una maravillosa orquesta dirigida por la naturaleza, pero como toda conformación musical necesita de armonía y coordinación, si algo de esto se afecta, repercute en lo demás.
Nuestro río Paraná es consecuencia de las lluvias que alimenta un caudal de casi 5000 kilómetros que recorre Brasil, Paraguay y Argentina, pero también se nutre de lo que se denomina “ríos voladores de la Amazonía”. Se trata de cursos de aguas que se evaporan y producen lluvias y humedad y traen el aire húmedo del océano: una bomba biótica que solo lo producen los bosques naturales y que no se forma con plantaciones o cultivos.
Estos ríos voladores viajan por la cordillera al Paraguay y a nuestro país, por lo que si la amazonía es arrasada –como está sucediendo desde hace tiempo- esto no se produce.
La cruel y escandalosa desforestación no solo ocurre en el Aamzonia, también sucede y arrasa el gran chaco americano que proporciona agua para la mayor parte de la agricultura que alimenta a la población de Sudamérica y brinda la indispensable agua potable para las ciudades más grandes del continente.
La deforestación agroindustrial del bosque tropical ha dañado el ciclo hidrológico en el continente.
Esos desmontes que amplían la frontera agropecuaria y e producen las cosechas record de sojas o maíz, son los responsables que no tengamos los traslados aéreos del agua y que, por ende, los ríos bajen su caudal a no ser alimentados. Como se dice en el barrio, muchos parecen escupir para arriba, pues este desmadre que produce la escasez de lluvias afecta severamente a esas cosechas record que necesitan del agua para crecer y ser cosechadas
No se soluciona generando una semilla de trigo (la conocida bajo el nombre nada natural de HB4), resistente a la sequía, sino –y por el contrario- modificando de plano un sistema productivo inhumano y anti natural.
Si a este panorama, demostrado y alertado por gran parte del mundo científico, le agregamos la contaminación con agrotóxicos, residuos cloacales e industriales el tema es sumamente grave y ocurre lo que hoy se lamenta.
Está claro que la sabiduría de los pueblos originarios que tenían una relación de respecto con todo lo natural, cuidando y venerando si entorno es lo que necesitamos: en 1854 el jefe indio del Pueblo Swamish le escribió una carta al presidente de los EEUU cuando este quiso comprarle las tierras donde ellos habitaban. Aquel escrito perduró, seguramente por su enorme sabiduría.
En un tramo de aquella misiva puede leerse:
“El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano«.
Habrá que volver a las fuentes.