Por Ricardo Serruya
El autor hace un balance ambiental de lo ocurrido este 2022. En un repaso por temas como incendios de espacios verdes, pérdida de biodiversidad y contaminación nos dice que ya no queda tiempo para cambiar un paradigma que, de no ocurrir, nos lleva a la autodestrucción.
Se termina un año y casi nadie escapa a esa costumbre atávica de hacer un balance. El solo devenir del tiempo entre un día, 31 de diciembre, y el siguiente, 1ro de enero, parece obligarnos a detenernos, mirar hacia atrás, ver que hicimos y que no, que promesas cumplimos, cuales dejamos en el camino.
Algunas son visiones personales, otras comunitarias. Lo cierto es que, en estos días paramos, nos detenemos y miramos para atrás.
Misma situación ocurre con emprendimientos colectivos, con proyectos comunitarios y, no escapa a esta mirada el análisis de lo sucedido en nuestro entorno, en la ciudad, en el país o el mundo. De esta cosmovisión nacen los anuarios que los periodistas solemos hacer y que intentan –muchas veces de manera vana- resumir el año informativo.
Sin ánimo de pecar de pretensioso, van en las próximas líneas un resumen irrespetuoso de lo que resultó ser, solo en algunos aspectos, el año en materia ambiental.
Lo primero que se apunta no resulta ser auspicioso, diversas voces vinculadas a la ciencia (que tanto denuncia y aporta para un cambio de paradigna) ha manifestado en diversas oportunidades que estamos muy cerca de una nueva extinción masiva: sería la sexta. La última fue hace 550 millones de años, pero las particularidades de la posiblemente venidera es que ésta sería la única que fue ocasionada por el ser, en teoría, más inteligente del planeta: nosotros.
ESTAMOS MUY CERCA DE UNA NUEVA EXTINCION MASIVA, SERÍA LA SEXTA, PERO LA PRIMERA OCASIONADA POR EL SER HUMANO.
Este año quedó nuevamente demostrado que, a pesar de las alertas, parte de la humanidad pareciera estar empecinada en la destrucción de otros y la propia.
Los datos son elocuentes.
Se cree que la contaminación ambiental de este año será nuevamente record: un estudio alerta que el incremento de la polución se debe a que no cesa el crecimiento de emisión de carbono por la utilización de combustibles fósiles, y que esta actividad continúa calentando el planeta ubicándonos al borde de una catástrofe.
Parece mentira pero a pesar de tantos informes, denuncias y promesas la emisión de gases, no solo no se detiene, sino que aumenta.
Nada se ha hecho desde el año 2015 cuando 195 países participantes de la Conferencia Mundial del Clima en Paris, (COP 21) arribaron a un documento final para evitar el calentamiento global. Hace poco termino la cop 27 en Egipto y todavía no se alcanzaron las metas de Paris 2015.
El Acuerdo de París reemplazó a partir de 2020 al Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con la meta de lograr mundo sin combustibles fósiles.
Nada de eso pasó.
Tampoco se cumplió con la promesa de que los países en desarrollo recibirían 100.000 millones de dólares «como mínimo» a partir de 2020, para paliar la contaminación generado por los países desarrollados.
Mucho se dice, poco o nada se hace.
Los incendios forestales afectaron casi todo el planeta, y se cree que lo quemado este año supera el millón doscientas mil hectáreas, uno de los peores registros de las últimas décadas. Solo en nuestro país los incendios se vienen produciendo desde hace tres años generando un ecocidio sin precedentes haciendo que Argentina se encuentre entre los diez países que más superficies de árboles perdió en la última década, producto tanto de las quemas intencionales como de la tala indiscriminada.
ARGENTINA SE ENCUENT5RA ENTRE LOS DIEZ PAISES QUE MAS SUPERFICIES DE ARBOLES PERDIO EN LA ULTIMA DECADA PRODIUCTO DE LAS QUEMAS INTENCIONALES Y DE LA TALA INDISCRIMINADA.
Las fumigaciones siguen siendo el gran problema de nuestra zona: por años se vierten 600 millones de litros de veneno donde vivimos un poco más de 12 millones de argentinos. Semejante cantidad de tóxicos está afectando el ambiente, los territorios y los cuerpos. El suelo se encuentra degradado, el agua de las napas, los tanques y los ríos y las lagunas contaminada, hasta la lluvia traslada agrotóxicos.
Esta realidad hace que, desde hace ya décadas, algunas localidades tengan entre tres y cuatro veces más de cáncer, leucemias y otras enfermedades comparadas con poblaciones donde el modelo productivo fumigador y transgénico no aparece.
La pérdida de biodiversidad es otro de los grandes problemas de este año
Según el informe publicado por Planeta Vivo 2002, que difunde en Argentina la Fundación Vida Silvestre, cada vez se pierden más especies. Desde 1970 el mundo perdió casi el 70% de las poblaciones de fauna vertebrada, en América Latina y el Caribe, esa cifra trepa al 94%.
Algunos datos allí publicados, asustan: ya se perdió el 83% de las poblaciones que viven en el agua dulce, desaparecieron la mitad de los corales que, como se sabe, son fundamentales para la generación de vida acuática. Ya desaparecieron n más 18 clases de tiburones y más del 70% de las rayas ya no existen.
La excesiva generación de basura es otro de los grandes problemas del mundo que vuelve a prender una luz roja.
Cada año, en el mundo, se recolectan 11. 200 millones de toneladas de residuos sólidos y de esta enorme cantidad, menos del 10% es tratada, lo demás queda en terrenos, rellenos o cursos de agua.
De ese número Argentina aporta más de 11 millones de toneladas.
Si la generación de basura es un problema, la fabricación y disposición del plástico parece ser un conflicto dentro de otro. Según Naciones Unidas de todo el plástico producido, solo se recicla un 9% y se calcula que cerca del 80% se acumula en cursos de agua y basureros (muchos de ellos a cielo abierto) generando una contaminación que puede perdurar miles de años.
Un solo producto, las botellas fabricadas con plásticos, generan una contaminación fabulosa: en el mundo se compran un millón de estas botellas, cada minuto, o sea, por año la humanidad usa 5 billones de botellas descartables y la mitad de este tipo de envase es de un solo uso, o sea, que durará solo segundos en nuestro hogar, luego será desechado y demorará miles de años en degradarse.
Muchos de estos plásticos terminan en los curso de agua: cada segundo se arrojan más de 200 kilos de plástico a mares y océanos. El 70% se va al fondo marino y el 15% se queda flotando, muchos de ellos son confundido con alimentos por algunas especies marinas que mueren contaminados por este producto.
EN EL MUNDO SE COMPRAN UN MILLON DE BOTELLAS DE PLASTICO POR MINUTO. CADA SEGUNDO SE ARROJAN MAS DE 200 KILOS DE PLASTICO A MARES Y OCEANOS.
Dijimos que el uso indiscriminado y la muy mala deposición del plástico en un problema, dentro de otro conflicto que es el de la basura.
Pero no es el único.
Los desechos electrónicos se suma al enorme desafío sobre qué hacer con la basura.
Este año se calcula que el mundo generó más de 8 kilos de residuos electrónicos por persona, y de toda esta cantidad solo se recicló un kilo, el resto sigue contaminando basureros, rellenos sanitarios o, cuando lo olvidamos en algún cajón, nuestros hogares.
Los datos son elocuentes y nos sirven para generar un diagnóstico que resulta inútil si estados, empresas, ciudadanos y ciudadanas no cambiamos nuestro estilo de vida.
Como suele decirse –y no es un eslogan- es ahora, es ya.
No nos queda tiempo.