Por Fabio Galizi
Cerca de mil personas se reunieron en la noche primera de las presentaciones, en los viejos andenes de la Estación Belgrano de Santa Fe, para experimentar una fiesta para los sentidos: Fuerza Bruta Wayra.
La propuesta del grupo que despliega una explosión de euforia en estado casi absoluto, se presenta en la ciudad hasta el próximo domingo con este espectáculo, con el que la compañía se hizo un nombre a nivel internacional y que viene girando hace más de 15 años con temporadas y presentaciones en Nueva York, Londres, Tokyo, Moscú, Seúl, Río de Janeiro, entre otras ciudades, además de un tour asiático y giras mundiales.
Pero nada de esto importa una vez que inicia el tributo al viento y su fuerza, Wayra.
La fabulosa presentación se trata de una experiencia de teatro dinámica y de inmersión, que propone quebrar el sometimiento intelectual del lenguaje, y para ello utiliza todos los medios disponibles que operan eficazmente sobre la sensibilidad.
“El espectador se entrega, sabiendo que forma parte de un hecho artístico, una realidad paralela, etérea, bella, delirante y absolutamente más verdadera que la cotidiana, sabiendo que está siendo conducido a estrellarse contra su propia sensibilidad. Una sensibilidad colectiva, universal, sin traducción, ni anestesia. Brutalmente feliz”, explica Diqui James el cerebro creativo detrás de la inmensa maquinaria conocida de Fuerza Bruta.
En el espectáculo no hay asientos: permaneces de pie durante más de una hora que dura, y además, los protagonistas solicitan que nosotros, los fascinados espectadores, deambulemos por el espacio y así poder ver luces estroboscópicas, agua y humo, que se entremezclan generando un clima fantástico.
El show exige participación de una forma u otra, quién ingresa forma parte del hecho artístico, y no existe el “espectador pasivo”, por el contrario y casi sin darse cuenta el público acude a otros territorios donde existen otras leyes más poderosas. Un espacio donde la velocidad de los estímulos recibidos supera la reacción intelectual y la emoción llega primero.
Un pacto, un contrato tácito, donde el espectador se entrega, sabiendo que forma parte de un hecho artístico, una realidad paralela, etérea, bella, delirante y absolutamente más verdadera que la cotidiana, sabiendo que está siendo conducido a estrellarse contra tu propia sensibilidad colectiva, universal, sin traducción, ni anestesia. Brutalmente feliz.
Se es testigo de una obra que despierta todos los sentidos. Durante la función, el público se sumerge en un espectáculo 360° con efectos visuales alucinantes – Un hombre en una gigante cinta de correr, atravesando una serie de paredes móviles; intérpretes en suspensión en el aire; y mujeres magníficas bailando arriba de tu cabeza, y nada mejor para describirlo, que como lo hace la revista Variety como «una noche de sensaciones asombrosas”.
Es una puesta en escena que desafía los límites humanos, explorados a través del cuerpo, la imaginación y los efectos especiales en vivo. Una experiencia que estimula los cinco sentidos y despierta un sexto: la creatividad.