Por Ricardo Serruya.
Aunque el principio periodístico manda no usar la primera persona del singular, o la tercera del plural para la confección de una nota, un artículo o un informe, hoy me tomo la licencia de violar tan importante y necesaria recomendación. Semejante acto de rebeldía no responde a ningún principio anárquico, solo se basa en –seguramente- la limitación de quién escribe estas líneas para contar un hecho que lo tiene como protagonista.
Durante la semana santa emprendí, junto a mi familia, un viaje a la provincia de Córdoba. Luego de tomar la Autovía (ex ruta 19) que une ambas provincias y el camino de la circunvalación desemboque en el camino del cuadrado. La imponencia de esas sierras y el paisaje hacen que dos ojos no alcancen para abrazar tanta belleza. Como aquél bello relato de Eduardo Galiano donde Diego, que no conocía la mar, le pidió a su padre que lo ayude a mirar cuando se encontró con la imponencia del paisaje, cada vez que recorro este camino desearía pedirle a alguien que a me ayude a mirar para así poder acaparar imágenes y disfrutar –aún más- estos paisajes.
Junto a las rocas de las sierras y unas plantas que parecen coronarse con una especie de plumas blancas que, armoniosamente, invaden aquel suelo árido, se puede ver un verde fuerte. Las últimas lluvias y la ausencia del fuego asesino causado por la mano del hombre que todo lo destruye generan una acuarela de blancos, marrones y verdes. En el cielo, danzando, dando rondas, cóndores, aguiluchos y alguna otra ave rapaz parecen poner su mirada en alguna presa.
La naturaleza es tan bella como sabia.
Finalizado el camino del cuadrado desemboco en Valle Hermoso, paso por La Falda, Huerta Grande y finalizo mi viaje en Villa Giardino. Será la “cabecera de playa”, allí pararemos algunos días con la familia y desde ese punto, partiremos para otros destinos.
La plaza San Martín con su ajedrez viviente, el camino de los artesanos que desemboca en La Cumbre, las 7 cascadas, el molino de Thea son destinos turísticos que recorremos , pero la invitación permanente de ir a otros rincones es tan fuerte como tentadora.
HOTEL EL EDEN
A pesar de ya haber ido, decido volver al Hotel El Eden. Un pedazo de historia enclavada en la ciudad de La Falda me invita a unir el descanso con el esparcimiento, el ocio con el conocimiento.
Este hotel es, sin lugar a dudas, uno de los hitos fundamentales del desarrollo turístico del Valle de Punilla, en este edificio se sentaron las bases que dieron origen a un pueblo, convertido hoy en ciudad.
Se trata de un hotel con historias ambivalentes, de esplendor y ocaso. En su mejor momento albergó a la aristocracia argentina y Europea. En sus salones y habitaciones se hospedaron personalidades como Julio Argentino Roca, Jose Figueroa Alcorta, Agustín P. Justo y Roberto Marcelino Ortiz; y personalidades de reconocida trascendencia mundial como el poeta Nicaragüense Rubén Darío, el músico Italiano Arturo Toscanini, la actriz Argentina Zully Moreno, el sabio Albert Einstein y Ernesto Che Guevara, entre otros.
Sus propietarios fueron Walter Eichhorn y su esposa Ida Bonfert, ambos fervientes admiradoras de Hitler. Tan es así que, por aquellos días en una de sus pomposas paredes podía verse un retrato de ellos junto al führer tomando el té, luciendo orgullosos la amistad que los unía. El matrimonio giraba montos económicos para apoyar la causa nazi y, cada vez que podían viajaban a Alemania además de alojar a colaboradores del nacionalsocialismo germanos que venían a nuestro país.
Confieso que la última vez que había ido a este ex hotel salí defraudado: los relatos de los guías turísticos me parecieron no solo excesivamente simples, sino faltos de contextualización histórica y hasta lavados de interpretación y sentido político que, guste o no, ese lugar lo tuvo.
Deseaba, anhelaba que ese enfoque haya cambiado.
No fue así.
Para mi profunda tristeza el relato empeoró
Después de abonar $500 me invitan a concurrir a un salón extenso donde se proyecta un video: en el se relata la historia haciendo hincapié en los mejores años vividos y en su ocaso: se relata las visitas ilustres que caminaron por sus pasillos, los adelantos tecnológicos que allí existían como la usina propia y se muestra la caballeriza existente donde se guardaban carísimos caballos para el disfrute de los que allí se alojaban.
En un tramo del video se informa sobre las inversiones realizadas por sus dueños Walter Eichhorn y su esposa Ida Bonfert e, incluso, se menciona sus simpatías por el régimen nazi. No solo el tema se minimiza, sino que en parte del relato se menciona, casi textualmente que, como todos los seres humanos, el matrimonio poseían virtudes y defectos, que cometieron acciones positivas y algunos errores.
Una verdad de Perogrullo, una frase común si no hubiera estado precedida con el relato de la simpatía y adhesión que la paraje tuvo para con el estado Hitleriano. Apoyar el mayor régimen asesino que conoce la historia universal no es un error, en un crimen. No se trata de un accidente, sino de la adhesión al período histórico contemporáneo más monstruoso
Si algún lector cree esto exagerado, comento algunos episodios que ocurrieron luego y que oscurecen –aún más- esta visita.
Finalizado el video, se encienden las luces y un guía se presenta. Porta inmaculada remera blanca y en su espalda es visible un águila que extiende ampliamente sus alas que, si bien era la imagen del hotel por aquellos días, se asemeja –y mucho- al águila imperial nazi.
Me invitan hacer la visita. Decido no hacerla, no solo porque ya la había realizado, sino porque la sospecha de que el relato podía empeorar y empañar mis pequeñas vacaciones asomaban fuertemente
El destino se empeña en seguir mostrando aberraciones. Las calles que circundan al hotel, y que forman parte del complejo, tienen nombres. Dos de ellas muestran, orgullosamente, el nombre del matrimonio nazi.
PAN DE AZUCAR
Parto raudamente de lugar y decido ir a disfrutar del paisaje. Una prolija a ruta, con sus subidas y bajadas, me lleva hasta Cosquín. Antes de llegar a la cuna del folklore nacional entro por un camino de tierra, con algo de complejidad- El tren delantero del auto me lo hace saber. Después de transitar cerca de 20 minutos llego al Pan de Azúcar: un cerro que invita conocer su cima al que se llega a través de una aerosilla.
Un cartel allí presente cuenta una leyenda que me invita a leerla. El oficio periodístico me impone guardarla en mi memoria para poder contarla. La historia se remonta a los años de las primeras décadas del 1500, luego del derrumbe del pueblo Inca cuando, escapando de la voracidad del imperio español, decidieron alojarse por estos lares donde vivieron armoniosamente.
Poco tiempo pudieron aquellos pueblos originarios disfrutar del lugar en paz. En 1535, una expedición al mando de Jaime de Aragón llegó a estas tierras para arrebatarles riquezas y esclavizarlos. Todo cambió: los indígenas debieron soportar abusos, malos tratos, robo y explotación . Camin Cosquín, líder de aquellos incas comenzó un movimiento de rebelión.
Camín vivía con su esposa: una bella mujer conocida bajo el nombre de Cosco – Ina. Su belleza era tan cautivante que un oficial español –acostumbrado a tener todo lo que quería por la fuerza- intentó, por todos los medios, hacerla suya. Camin, harto de los abusos y atrevimientos, viéndose provocado por el español, se enfrentó con el oficial y lo mató. La reacción española no se hizo esperar: ordenaron su captura, Camin debió huir. Lo persiguieron durante varios días por la quebrada de los Leones . Trepó la sierra y enfiló hacia el cerro Supaj Ñuñu, donde fue acorralado. El jefe Inca prefirió la muerte a ser apresado por lo que tomó impuso y, como si fuera un cóndor, se arrojó al vacío terminando con su vida.
Mientras, su esposa Cosco-Ina aguardaba el regreso de su amor. Después de esperarlo, con la mirada perdida en los cerros, decidió partir con la esperanza de encontrar a su amado y escapar juntos. Durante varias jornadas deambuló por aquel hermoso paisaje. Inflaba sus pulmones de aire para poder gritar el nombre de su amado esperando alguna respuesta.
Luego de varios días de agotadora caminata llegó a la cumbre del cerro Supaj Ñuñu donde, al pié, en un agobiante precipicio pudo ver el cuerpo de su esposo, sin vida.
Cuenta el relato que sus bellos y marrones ojos se inundaron de lágrimas, que, por última vez llenó sus pulmones de aire para gritar con toda sus fuerzas y angustia profunda el nombre de su amor ya muerto. ¡¡¡CAMIN!!! retumbó por aquellos territorios de piedras, tierra y arbustos. Abrió los brazos y saltó al vacío, al encuentro de su amor.
Hoy, al llegar la primavera, las acacias se cubren con racimos de color rojo. Los lugareños todavía dicen que se tratar de gotas de sangre que se derramaron hace muchos años y hoy siguen siendo un canto de libertad y amor.
Esta penosa pero rica leyenda contrasta profundamente con otro hecho que remarca la desmemoria cordobesa.
Al pie de este cerro, rodeado de comercios que invitan a comprar artesanías, comidas, recuerdos y bebidas se levanta un antiguo monolito. La curiosidad periodística me impulsó a leer la placa que allí se encuentra. El texto dice: “Camino 6 de septiembre. Inaugurado por el Gobierno Nacional, siendo Presidente del Gobierno Provisional de la Nación Tte. Gral. José F. Uriburu. Interventor Nacional de la Provincia Dr. Carlos Ibaurguren. Febrero de 1934”.
El camino se llama 6 de septiembre y seguramente el hecho pasa desapercibido para los miles de turistas que transitan, diariamente, por este lugar.
Un 6 de septiembre de 1930 las Fuerzas Armadas Argentinas llevaron a cabo el primer golpe de estado en nuestro país. José Felix Uriburu derrocaba al presidente, elegido por el pueblo, Hipólito Yrigoyen. Desde esa aciaga fecha hasta el 24 de marzo de 1976, Argentina sufrirá –salvo por el período en que es re electo Juan Domingo Perón el 4 de junio de 1952- constantes interrupciones institucionales. El 6 de septiembre abre las puertas de casi 50 años de golpes de estados.
Este camino, desde su nombre, honra el primer golpe de estado en nuestro país.
Se me dirá que la placa reza un hecho objetivo: el camino fue inaugurado por el presidente de facto Uriburu y eso no puede modificarse. En ese caso la placa solo debiera informar esa situación. Que un camino turístico lleve, cuando estamos pronto a cumplir el centenario, el nombre 6 de septiembre, fecha que se recuerda el primer golpe de estado que sufrió nuestro país, es una afrenta a la memoria y a la democracia.
La desmemoria es una cachetada al pasado al presente.
Como escribió tan sabiamente Maria Elena Walsh, el país del no me acuerdo sigue dando miedo, mucho miedo