(Por Ricardo Serruya)
Un dantesco incendio se produjo el sábado 17 de noviembre en la curtiembre Arlei, ubicada en la ciudad de Las Toscas, en el profundo y olvidado norte santafesino.
El hecho motivó a este periodista para traer –con algunos datos actualizados- lo investigado y escrito hace ya varios años que dio luz al libro Humo Rosado, publicado en el año 2002.
Si bien el trabajo periodístico se centró en los casos de contaminación que la industria de la curtiembre produce, hizo especial foco en los casos de las curtiembres Sadesa de Esperanza y Arlei de Las Toscas.
En el capítulo 5 de ese trabajo –titulado “EL ASESINO INVISIBLE” me adentraba en la terrible realidad que los habitantes de Las Toscas sufrían –y sufren- por convivir con este emprendimiento.
Se presume inocente, pág web, publica hoy una segunda parte y si bien lo que se agrega a continuación es un extracto de ese libro con algunos datos actualizados, y puede resultar extenso, invito al lector a detenerse para comprender una realidad desconocida que se vive en nuestra provincia.
LOS UNICOS PRIVILEGIADOS SON LOS NIÑOS
Si bien no hay datos sobre mortalidad infantil, es un secreto a voces que, cuantitativamente, el norte santafesino tiene un índice más alto que el existente en otros lugares. Un hecho relatado por muchos habitantes de Las Toscas a este periodista llamó la atención y muestra el grado de conciencia existente en muchos habitantes de aquella zona : cuando un chiquito muere y el hecho no se denuncia, algunas mujeres organizadas acuden al cementerio el mismo día del entierro y comienzan un trabajo de hormigas preguntando, indagando, chequeando información sobre las causas y los síntomas previos a la muerte . A medida que recaban datos van comparando con otros ya sucedidos, pues saben que gran parte de las causas de esas muertes se deben a enfermedades originadas por la contaminación y que muchas veces el silencio es originado por miedo o simplemente por resignación.
FACUNDO
Silvia Iglesias vive en Las Toscas, junto a su familia. Hace un tiempo una de sus hijas se fue a vivir a Córdoba ya que junto a su hijo se le descubrió cromo en la sangre. Silvia sigue viviendo en Las Toscas, extraña a su hija y a su nieto. No puede irse a pesar de tener también cromo en un índice de 35 microgramos y que su marido y su otra hija también están contaminados con el metal pesado con 29 y 54 microgramos cada uno respectivamente.
Silvina Iglesias es la hija de Silvia. Silvina emigró hacia Córdoba, huyendo de la amenaza ya que su hijito, Facundo, tiene un riñón distrófico funcionándole solo el 20% de uno y el 80% del otro. No fue un capricho irse a Córdoba, el Doctor Ferrari, nefrólogo del Hospital Italiano de Buenos Aires, la aconsejó alejarse de la fuente contaminante al diagnosticar la enfermedad de Facundo.
La historia de Facundo es otro calvario.
Cuando nació, al mes y medio de vida hizo un cuadro de fiebre, con mucha tos y era tratado por los médicos de Las Toscas como una angina, con antibióticos. El tratamiento le ocasionaba cierta mejoría por un período de 15 días para luego, nuevamente, sufrir el mismo cuadro.
Cuando Facundo cumple 3 años le descubren una infección urinaria y a través de una ecografía encuentran una mancha en el riñón que, primeramente es causa de sospecha de un tumor y finalmente lo diagnostican como una hipertrofia.
La madre de Facundo -Silvina- es joven, con pelo lacio y largo mostró al principio de su relato cierta actitud introvertida, privacidad y discreción en la vivencia de su hijo. Sin embargo, a medida que se adentraba en el relato fué soltándose, como necesitando compartir las angustias vividas.
Cuenta Silvina que cuando Facundo se encontraba cerca de cumplir los 4 años decide llevarlo a Buenos Aires para hacerlo atender médicamente. Allí le descubren 56 microgramos de cromo en la sangre y 30 microgramos de fenol. Los médicos le aseguran que la presencia de esos compuestos son causa de su hipertrofia, y que ya había perdido capacidad en los riñones en un 20 % en uno y en un 80% el otro.
Con susto e impotencia aquella madre joven decide hacerle caso al Dr. Ferrari y también al Dr. Juán Piola, éste último presidente de la Asociación Toxicológica Argentina, quienes le aconsejan alejar a Facundo del centro de contaminación, o sea, irse de su ciudad, emigrar de Las Toscas. Hoy, bajo control médico permanente reside en la ciudad de Córdoba, y si bien Facundo experimenta una mejoría notable sufren la soledad, el exilio extrañan a sus seres queridos que se quedaron sobreviviendo en Las Toscas.
Los padres de Silvina, los abuelos de Facundo, también extrañan y no se explican porque y como las vidas le cambiaron tanto.
Hoy, a la distancia Silvia Iglesias, la madre de Silvina solo ve a su nieto dos veces por año y se conforma vanamente con una foto en el living de su casa, pero aún así lo prefiere sano y lejos, que enfermo y cerca. Recuerda inclusive lo imposible que eran sus vidas cuando su nieto era bebé: “cuando Facundo nació la empresa era un desastre total, en 1993 nos presentamos en la municipalidad porque era evidente que estaban ensuciando el medio ambiente, ponían tachos en las veredas sin cuidado alguno, dejaban como depósito de basura cantidad de recipientes y de tarros donde antes habían usado cromo. Cuando mi hija estaba embarazada nosotros de noche nos despertábamos por el olor acre, ácido que nos hacia doler la nariz”
Para Silvina, la mamá de Facundo tampoco fué fácil, vivir en Córdoba se le hace difícil, no solo por el desprendimiento familiar, porque Facundo pregunta regularmente por sus abuelos y primos, por sus vecinos y amigos, sino también porque además conseguir trabajo no fue tarea sencilla.
A 800 kilómetros de Las Toscas vive una familia: una madre y su hijo, alejados de los afectos, empezando de nuevo, buscando un camino, un rumbo novedoso a sus vidas.
Como si el destino gozara con el sufrimiento de esta familia, a otro nieto de Silvia también se le descubre cromo en su cuerpo haciendo que viva con una permanente crisis asmática. sangrando por la nariz.
Su abuela teme ante el alejamiento de otro nieto.
El temor, la preocupación por ver desarmada su familia no le imposibilita a Silvia movilizarse por el bien común: “Los pobladores de Las Toscas estamos preocupados, sobre todo por los más chicos. A veces uno se resigna pero eso está mal, porque nosotros también tenemos derecho a vivir, lo que pasa es que muchas veces nos resignamos y decimos ‘bueno yo ya viví’ por eso cuando nos tocan nuestros hijos, nuestros nietos, salimos a pelear. Estamos muy asustados, ante la primera fiebre o resfrío de los chicos salimos corriendo al médico, enseguida creemos que están contaminados, y así no se puede vivir, pero nosotros seguiremos luchando, dando la cara, denunciado sin escondernos”
ENZO NOE
Silvina Iglesias, natural de Las Toscas debió emigrar hacia Córdoba, huyendo de la enfermedad, escapando de la muerte. Liliana Acosta, residente en Córdoba, debe asentarse -por cuestiones laborales- en Las Toscas. Liliana con el tiempo sabrá que así como Silvina le escapaba a la muerte, ella, sin saberlo, se dirigía hacia un camino regado por la tristeza.
El 20 de agosto de 1995, Liliana Acosta se asienta definitivamente en Las Toscas junto a su familia, tres años después, en 1998, le extrañaba su imposibilidad en quedar embarazada, sabiendo que no tenía problemas físicos ya que tiene hijos: “yo buscaba tener otro niño, pero no quedaba embarazada, además y por primera vez en mi vida sufría grandes dolores menstruales y despedía una secreción verdosa de los pechos”
Ante semejantes síntomas, Liliana decide hacerse unos estudios médicos. Como todos los valores le dieron normales, comienza un tratamiento para poder quedar embarazada “finalmente lo logro, pero a las 10 semanas de gestación tengo un desprendimiento de placenta con hemorragia, por lo que debo pasar todo mi embarazo en reposo y con medicamentos que me ayuden a retener mi bebé, debiendo internarme en repetidas oportunidades”
El 15 de mayo de 2000 nace Enzo Noé con un peso de 3,500 kilos.
La felicidad por la llegada del nuevo integrante en la familia solo durará tres días, pues a las 72 horas de vida el bebé comienza con tos, estornudos: una especie de resfrío.
Desde ese día en adelante nunca más será normal la vida de Enzo, tampoco será normal ni feliz la vida de sus padres y hermanos .
A los dos meses de vida y ante la vacuna cuádruple. Liliana me cuenta que el bebé se descompone, debe ser internado. Sus días de vida oscilaran entre irritaciones, resfríos constantes, llagas en la boca y en otras partes de su cuerpo. El cuadro se complica día a día, el bebé pierde movilidad, no puede controlar el movimiento de sus piernas, se encoge constantemente, vuelve a su posición fetal y levanta temperatura.
A medida que el reportaje a Liliana avanzaba se hacía más difícil continuarlo. La dureza en el temple de esa madre no alcanzaba para contener tanta tristeza, y aunque se esfuerza por no manifestar su angustia, por momentos cae, llora, no entiende. Parece que no se podrá recuperar, que la charla con el periodista se agota, se inunda en un mar de tristeza, en una laguna de impotencia. Ya no interesa continuar la nota, la pena de la madre era evidente, no hacía falta seguir hurgando en el dolor, sin embargo es ella la que, a toda costa, prefiere continuar, para sacarse parte de la angustia, para que la gente sepa -dirá más adelante, “la canallada que se vive por estos lugares”, para denunciar, como si este rol activo de la madre sirviera para homenajear al bebé que no pudo crecer, que no lo dejaron vivir, que no le dieron la oportunidad de llevarse la vida por delante.
Liliana se repone, nadie sabe de dónde saca tanta fuerza y continúa: “cuando Enzo cumple 6 meses de vida estaba desganado, decido llevarlo al hospital pediátrico de Resistencia, en el camino empeora: vomita flema, se pone de color amarillo. Llego al hospital y le diagnostican hipotamia muscular severa y retraso psicomotriz. Ya no sostenía la cabeza ni sus piernas, se le caía la cabeza, había perdido pelo”
Ante semejante cuadro, los médicos del hospital de Resistencia lo internan aislado. El 20 de noviembre Enzo hace un cuadro de acidosis.
Consultados a distintos médicos estos aclaran que la acidosis-poco frecuentes en los bebés- es una enfermedad que se origina por el grado de acidez que toma la sangre. Esto ocurre, por lo general, por la intromisión de un elemento extraño que transforma las propiedades cualitativas sanguíneas.
A medida que el relato de Liliana avanza, el living de la casa va ganando en silencio. Un clima de impotencia ganará el aire de ese hogar.
El 21 de noviembre, a través de una resonancia magnética de encéfalo y de médula espinal, los médicos anuncian la destrucción cerebral y hepática del bebé hasta que dos días después, el 23 de noviembre fallece.
¿Qué le pasó a Enzo Noé? ¿Por qué después de tanta espera y sufrimiento había que llegar a este trágico final?.
El caso del hijo de Liliana Acosta es una bisagra en esta historia de contaminación que se vive en Las Toscas
Ya muerto el bebé y sin causa clínica que explique esa muerte, a Liliana le avisan que en el Hospital Chaqueño había suero biológico de su hijo. Sin temor a la verdad, por el contrario, en su búsqueda, Liliana pide que se investigue las causas de tan temprana e injusta muerte. “El 19 de febrero llega a mis mano el dosaje de cromo del suero fisiológico de mi hijo y se descubre un valor muy alto de cromo en sangre. Me explican los médicos que fue ese cromo el que le causó un daño cerebral y hepático transformando su sangre en ácida. Mi bebé murió quemado, murió curtido”
Hoy la vida de Liliana no es la misma. Una pena la acompaña como una terca sombra. Sin embargo no desfallece, conoce la verdad, pero necesita justicia, por eso: “yo inicié acciones legales en Buenos Aires, esto no puede quedar así. Mi bebé no tenía que haber sufrido todo esto, fue demasiado sufrimiento. Uno siente impotencia, pareciera que no puede hacer nada. Es muy doloroso ver como tu hijo se destruye de a poco y no podes hacer nada, por eso hoy, en su memoria, por el, voy a seguir luchado, voy a continuar denunciando por que ahora ya se sabe que fue lo que mató a mi hijo”
Para ahogar su pena, como testimonio del dolor o simplemente como necesidad afectiva, cuando el stop del grabador fue presionado, Liliana acompañó a este periodista una carta que le escribiera a su hijo muerto:
A TI HIJO MIO
A ti hijo mío que estuviste dentro de mí por nueve meses y éramos una sola persona. Disfrutaba cada momento y contaba los días para poder conocerte y tenerte en mis brazos y cuando éste llego me sentí la mujer más feliz del mundo y di gracias a Dios por que habías llegado.
Pero poco tiempo duró esa felicidad, esta se transformó en dolor de verte sufrir , al verte llorar, al darte el pecho y lo rechazabas, al verte como te retorcías de dolor, al verte en una sala de terapia intensiva con un respirador artificial ayudándote a respirar, verte como ibas destruyéndote de a poquito y yo nada podía hacer. Yo que te había dado la vida ahora no podía volver a dártela.
Ofrecí a Dios mi vida cambio de la tuya, pero me daba cuenta que el Señor te quería junto a El.
Llegó el momento en que partiste a descasar en los brazos de Jesús y a ser un ángel lleno de luz en los cielos.
Ahora hijo mío ya o te tendré más junto a mi. Ya no te acunaré, no te cantaré una canción de cuna, ya o te bañaré, ya no te acariciaré, ya yo tendré tu olor a bebé, ya no me mirarás con tus ojitos color de cielo, ya no me sentiré una reina cuando me sonrías.
Hijo mío te arrancaron de mis brazos, te negaron tu derecho a vivir. Te lo negó un asesino silencioso de invisible producto del hombre porque éste cree que tiene derecho a matar igual que un asesino con su arma en las manos.
Este hombre creador de sus leyes quedará impune, pero no será ante la justicia de Dios.
Así como tú, hijo mío, todos estamos expuestos al mismo asesino silencioso e invisible.
¿Este hombre se dará cuenta que sus hijos también pueden ser hijos míos? Espero que no sea tarde porque Dios dictará su sentencia.
Mi vida se ha destruido para siempre, ya no podré dar vida porque mi cuerpo está contaminado con ese asesino invisible, pero mi mente y mi corazón no lo están, y tendré fe y esperanza para ver la justicia de Dios.
Hijo, tu que estás en los cielos ayúdame para que tu partida no sea en vano, que otras madres no tengan que llorar a sus hijos porque tu tenías derecho a vivir como todos los niños que viven en el mundo.
Haz que el hombre “pare” de destruirnos, que no apague la luz de sus ojos, sus voces y sus vidas.
Las mamás que tiene a sus hijos, tienen las herramientas en sus manos. Que luchen por los derechos de sus hijos y por sobre todo por la vida.
Liliana Acosta
Hoy Liliana y su familia residen en Córdoba.
MARIA VICTORIA
Uno de los casos más emblemáticos y tristes a la vez – además del caso de Enzo Noe- es el sufrido por la familia Mancini.
Nora de Mancini y Luis Alberto Mancini no tenían motivos para no ser felices. Padres de una familia de clase media tenían su existencia calma y planificada hasta que un día una nube de tristeza se posó sobre sus vidas para no abandonarla más.
Uno de los hijos del matrimonio Mancini se llamaba María Victoria. El uso del verbo en tiempo pasado no es caprichoso ni casual. María Victoria falleció el 17 de abril del año 2000.
En un acomodado living de una típica familia de clase media, sentada en un sofá que hace juego con una clásica mesita ratona que sirve para apoyar un grabador que será testigo de un relato repleto de angustia y tristeza, Nora es la primera en romper el silencio : “María Victoria estuvo 37 días en el hospital pediátrico Juan Pablo II de la ciudad de Corrientes”. Sin respetar la cronología del suceso, Norma, sacando fuerzas de algún interior desconocido va armando una historia que ella quisiera no contar ni este periodista escuchar.
El relato no respeta los sucesos como temporalmente ocurrieron porque antes de la internación en Corrientes de María Victoria, esta adolescente -pronta a cumplir sus 15 años- se había realizado estudios clínicos en su ciudad: Las Toscas, ya que era habitual que se sienta cansada. El resultado de aquellos análisis fueron alarmantes: 150.000 glóbulos blancos. Pocos días después, y ya en Corrientes, el resultado fue peor: los glóbulos blancos ya habían trepado a la cifra de 872.000. Se le diagnostica leucemia.
El relato es interrumpido por quien fuera su padre. Luis Mancini tiene su pelo totalmente blanco. De contextura corpulenta y andar calcino, con sus ojos entrecerrados, como forzándose para recordar algo que quisiera guardarlo en algún rincón del olvido, sentencia: “la relación de la muerte de María Victoria con el cromo es total” e inentendiblemente acusándose remata: “si nosotros hubiéramos vivido en otra parte esto no pasaba, y eso es lo que yo no me perdono”.
Inútil será intentar hacerle entender que el no es el responsable de la muerte de su hija. Que los responsables son un puñado de personas que no escatiman tronchar jóvenes vidas con tal de obtener sus ganancias.
Aún así Luis Mancini realiza una perfecta radiografía que se vive en estos puelos “aquí todo está contaminado , hasta el agua está contaminada, pero nadie quiere hablar, nosotros hablamos porque perdimos una hija, sino a lo menor tampoco hablábamos”.
Lo particular de este caso es que, hasta aquí, todos los testimonios acusaban a la curtiembre como la causante de enfermedades por contaminación. La muerte de María Victoria, lógicamente trajo la misma acusación por parte de sus familiares, pero a esta acusación se le suma la del médico del Hospital correntino quién sugirió -una vez fallecida la adolescente – que la causa de su muerte pudo ser una contaminación crónica y le aconsejo a la familia alejarse del lugar.
Tanto el médico que atendió a Enzo Noé como los profesionales que acompañaron clínicamente a María Victoria no dudaron en decirle a sus padres que la muerte de sus hijos se debió al grado de contaminación que existe en su ciudad.
La hoja mostrada por los padres de María Victoria tienen membrete del Hospital pediátrico “Juan Pablo II” del Gobierno de Corrientes, está fechada el 5 de abril de 2000 y es una fotocopia de la Historia Clínica de la paciente Mancini, María Victoria, firmada por la Doctora Cesy Pedrini, hematóloga y oncóloga, matrícula profesional Número 3028.
Dicha historia clínica es concreta y afirma que la adolescente padecía síndrome febril, artralgas, mialgias y adenipatías constatándose hiperleucocitosis, lo que hizo que María Victoria después de algunos días de internación y con el tratamiento brindado por el hospital igualmente sufra una descompensación que necesitó transfusión de sangre, plaquetas y plasma y quimioterapia.
María Soledad fallece por sufrir Leucemia linfoblástica, una enfermedad que se la asocia, con la contaminación por cromo.
A fines del año 2001, Esperanza, la ciudad donde se levanta otra curtiembre, se despertaba y se enteraba de la muerte de otra adolescente, su nombre Verónica Appelhans, el diagnostico: Leucemia Linfoblástica Aguda.
Demasiada coincidencia.
Como tantas familias de Las Toscas que enfrentan la enfermedad o la muerte de un ser querido por efectos de la labor de la curtiembre, los Mancini quieren alejarse, irse, mudarse pero le es imposible, “donde vamos a ir” se preguntan casi resignadamente.
El 13 de junio de 2000 María Victoria iba a cumplir 15 años. Cuenta su familia que como muchas adolescentes de su edad estaba ansiosa porque llegue ese día, y que junto a su familia no pasaba jornada sin que se trabaje en los preparativos de una fiesta esperada. Cuando la sorprendió la muerte, ya habían elegido cotillón y servicio de fiesta. Todo estaba panificado para que sea un año inolvidable, pues cuando el 2000 estuviera finalizando, María Victoria iba a recibir el sacramento de la confirmación otro motivo de alegría para una familia creyente como los Mancini.
Entremezclando una profunda fe religiosa y un accionar precavido Luis relata: “a veces lamento ser profundamente cristiano, porque si no lo fuera le pegaría un tiro a estos tipos, pero no, tengo una paz , creo que es porque soy profundamente cristiano, porque María Victoria -desde algún lugar- me calma y, además porque no puedo hacer una locura: tengo otra hija”
Este caso, el de María Victoria Mancini llegó a a justicia provincial y recayó, primeramente en manos del Juez en lo Penal Correccional Dr. Jorge Galbucera, aunque según el Fiscal Enrique Muller existían posibilidades que pase a la órbita federal. Este posible traspaso de fuero se debe a la vigencia de la ley 24.051 referida a las responsabilidades penales que caben en caso de daños provocados por residuos tóxicos, que establece -en este supuesto caso- la competencia federal es exclusiva. De así suceder la causa pasaría a manos del Juez Federal de Reconquista Eduardo Fariz.
El citado fiscal Muller había comenzado de oficio la investigación por la muerte de la adolescente María Victoria , pero luego se le sumaron tres causas más que daban cuenta de distintos problemas de salud sufridos por pobladores de Las Toscas y que pueden estar relacionados con la contaminación allí existente.
En el despacho del Fiscal existen diferentes informes técnicos, evaluaciones y hasta testimoniales que pueden llegar a formar parte de un abanico de pruebas que podría llegar a acusar a quienes contaminan de homicidio culposo y de lesiones graves culposas
Por lo expresado por fuentes judiciales que solicitaron mantener en reserva sus identidades, de acuerdo a los informes y las testimoniales cursadas en la causa, la contaminación ya estaría probada, lo difícil del caso va a resultar comprobar que la leucemia sufrida por María Victoria tuvo su causa en la contaminación ambiental.
La causa nunca prosperó.
El tiempo ha transformado a María Victoria en un símbolo de Las Toscas.