Por Violeta Serruya
“Quiero conocerte
Cambiarías un poquito de mi suerte
Sigue la corriente
El impulso de tu piel nunca te miente”
Hola, Miranda.
Me acuerdo cuando escuché por primera vez una canción de Miranda. Habré tenido alrededor de 7, 8 años y, en ese entonces, dos veces por semana asistía a clases de patín artístico, en donde preparábamos presentaciones anuales. Ese año el profesor llevó, para preparar la coreografía, una canción de este excéntrico dúo. En la cabeza de una niña, esos tonos musicales tan coloridos, extravagantes y festivos cautivaron una esencia pop que, luego de varios años, siguen marcando un suceso fundamental. Quedé tan fascinada con este cautivante estilo musical que pedí, como regalo, un CD de Miranda. Se impregnó, de esta forma, mis primeras experiencias con el pop argentino.
Eran otras épocas, y la velocidad de la globalización junto con el aspecto de totalidad que internet y las mismas redes sociales nos proveen hoy eran desconocidos, el acto de escuchar música quedaba relevado a la compra de CDs físicos. Vivíamos tiempos que podríamos catalogar como “más lentos”, a comparación de la prontitud con la cual hoy transitamos el mundo, y la fama y el reconocimiento a los artistas se daba de una manera más pausada. Unx conocía bandas y/o cantantes por escucharlxs en la radio, por recomendación boca a boca de amigxs, conocidxs o familiares, buscaba sus discos en tiendas de música o, con la aparición de un casi prehistórico internet, encontrabas sus canciones en sitios de descargas ilegales.
El día viernes 28 de abril, el dúo pop -conformado por Ale Sergi y Juliana Gattas- se presentó en Tribus Club de Arte, en la ciudad de Santa Fe, exponiendo su último trabajo llamado “Hotel Miranda”. Se trata de una producción que cuenta con 11 de sus éxitos más conocidos a lo largo de su más de 21 años de carrera, acompañadxs con algunos de los artistas más conocidxs de la escena musical argentina, como Lali, Ca7triel, Bandalos Chinos, Chano y Calamaro. Reversionaron las canciones más significativas del concepto que es Miranda cultivando así un nuevo universo. Con este nuevo disco, que es una mega confección musical, con la metáfora del hotel donde cada artista es un huésped nuevo, podemos volver a disfrutar la obra de esta banda con un prisma sonoro visual, novedoso y actual.
Los que no bailan, no piensan.
“Me paso la vida bailando
Me paso las horas pensando
No paro un minuto
Ni dejo de verte, sólo para mi dolor”
Ritmo y decepción, Miranda.
Está claro que Miranda configura la escena del pop argentino. Lo que parece increíble es su devoción por este género, que luego de más de dos décadas de trayectoria, le sigan siendo fiel a la idea original de la banda. La actualidad musical argentina está plagada de trap, reggaeton y RKT, con cada vez más artistas que se suman a la tendencia de estos géneros y la consecuente creación de algoritmos que favorecen la distribución de esta música, parecería imposible que una obra popera, como lo es Hotel Miranda, tuviera la repercusión y el éxito que tiene. A pesar de ser una fórmula musical utilizada para llegar a las masas, hoy en día no es lo más taquillero ni lo que más vende, así como tampoco configura lo que la juventud más escucha en este momento.
Desde el electro pop hasta uno melancólico y nostálgico, las canciones del dúo provocan un deseo y una voluntad casi incontenible de bailar y de cantar a toda voz las letras, así como también motiva la energía y la potencia que la banda demuestra en el escenario.
Es cierto que el género pop, en general, suele tener ese efecto en espectáculos en vivo, pero no por esto, hay que dar por hecho el excelente show y el muy buen manejo de gente que Miranda posee a la hora de dar presentaciones.
Este dúo configura un nuevo orden de la noche, donde bailar, saltar y moverse parecería ser la solución a gran parte de las dudas más aterradoras de nuestra vida -aunque sea por el par de horas que dura el show-. Entregarse al juego libre de fuerzas, elegir cómo participar del ritmo y de las melodías (pero participar, siempre) es a lo que nos llama Miranda. A reivindicar el pop, a dejarse llevar y, sobre todo, a restarle un poco de importancia a todo lo demás. Como tan bien expresó Charly García cuando salió su disco “Clics Modernos”: “los que no bailan, no piensan”. Las canciones de Miranda ya se establecen como un clásico en la música argentina y sus discos siguen siendo no sólo para escuchar, sino también para cantar, extremando falsetes y armando coreografías.
Por amar al amor.
“Por amar al amor, me entrego sin dudas y sin medir
Por amar al amor, me quemo, perdiendo parte de mí
Una noche más así y creo que perdí la cuenta”
Las canciones de Miranda son conocidas por estar cargadas de dramatismo, sin muchas metáforas o abstracciones, y por el gran fanatismo que generan en aquellxs que lxs escuchan. Hay un tema central que podemos rastrear a lo largo de toda su discografía y es, claramente, el amor. Miranda es capaz de retratarnos es nuestra faceta de enamoradxs pero también, nos identifica en las rupturas más angustiantes y dolorosas, nos encarna en nuestros ataques de celos y nos llama en aquellos momentos en donde sentimos un profundo desinterés. Las letras son capaces de llenar todas las facetas del ser enamorado, desde lo sentimental y cursis que nos sentimos cuando conocemos a alguien hasta el quiebre del alma que produce el fin del amor.
A pesar de tener un claro y fácilmente identificable argumento, lejos están de producir canciones monótonas o aburridas. El amor en Miranda no se agota, sino que se reinventa y se renueva constantemente. Como reflexiona Alexandra Kohan en El Diario AR: “No es tanto que yo vuelva al amor, como que el amor no deja de volver. El amor se sigue escribiendo porque no hay modo de escribirlo todo sobre él. El amor se sigue escribiendo porque nunca está escrito del todo. El amor se sigue escribiendo porque es interminable, inextinguible. Y porque atraviesa, en sus distintas formas, casi todas las escenas de la vida cotidiana.”
Tal vez ese es uno de los mayores logros de Miranda, hacernos volver siempre al amor, y no sólo como espectadores de otra historia, sino como protagonistas de nuestra propia crónica. Nos pone frente a frente con aquello que, tal vez, no nos gusta tanto de nosotrxs mismos al momento de amar, con aquellas escenas que nos lastiman y nos enojan. Pero también nos incluye en su propia fantasía de lo qué es el amor y nos hace volver a enamorarnos en cada presentación.