Por Ricardo Serruya
En un país con tantas antinomias: azules y colorados, unitarios y federales, Civilización o barbarie personalistas y antipersonalistas, peronistas y gorilas, chetos y “negros”, una dualidad más pareciera no afectar. Ahora además somos maradoniamos y anti maradonianos y desde hace una semana y por lógica consecuencia, Rugbiers y anti rugbiers.
El no homenaje de los pumas a la memoria de Maradona comenzó a despertar una ola de críticas, a las que se le sumó la publicación de unos viejos tuits racistas, xenófobos y nazis, y mágicamente pasamos de aquel orgullo por “che como cantan el himno estos tipos, estos si lo sienten, no como el Messi ese que ni siquiera sabe la letra” a “fachos, racistas, xenófobos” , con el lógico intermedio de “mangas de mediocre, no lo homenajean al Diego, ese sí que era un genio”.
Una nueva grieta aparece en el horizonte y ojalá nos permita discutir lo central, lo profundo y no lo banal.
Y en este especie de cisma nacional, la ciudadanía se debate se debate entre los que le dolieron más el no haber homenajeado a Maradona que los tuits racistas y, a la inversa los que le parece que esas expresiones fueron de una gravedad supina. Entre estos últimos, los que nos escandalizamos, nos duele y nos vuelve a sorprender es que, todavía, existan humanos que piensen que la nacionalidad, el trabajo, la opción de géneros, el color de piel, la creencia religiosa te convierte en inferior o en despreciable.
Que algunos rugbiers argentinos están compuestos por un sector etario que, ubicados desde las alturas de una alta montaña, suelen mirar con desprecio al resto de los mortales, es tan cierto como que parte de ese grupo ha volcado en la violencia simbólica, lingüística y hasta física su arrogancia y subestimación por otros. Muchos son los episodios que así lo demuestran, el asesinato por golpiza a Fernando Baez Sosa, en enero pasado, es la más terrible y dolora muestra.
Hechos que se dan de bruces con lo que significa el espíritu de cualquier deporte pero fundamentalmente con cualquier sentimiento humano y que, aunque ahora la coyuntura y la siempre sesgada mirada que tenemos de los conflictos sociales resuma y limite estos episodios a los jugadores de Rugbie, se trata –dolora y lamentablemente- de un atraso humano que nos convierte en primates.
Los que somos futboleros hemos presenciado en la tribuna algún hincha insultar al jugador del equipo contrario, con el gentilicio de una nacionalidad: “Boliviano” “Paraguayo”, vocifera el fanático desde los escalones de la tribuna como si así insultara, denigrara al otro. Rara práctica, pues jamás se escuchó -lo que también estaría mal- que se usen los términos “Ingles” o “Alemán” como sinónimo de insulto, de desprecio.
En la calle, en el trabajo, en reuniones también sucede.
A pesar de toda la información que ya se tiene, de la cantidad de literatura, cine, producciones periodísticas que demuestran lo cruel y cínico que fue el régimen nazi para con el pueblo judío, todavía existen grandes bolsones de población que poseen un odio irracional y a la vez supremopara con este pueblo.
Podríamos seguir con otros ejemplos (cualquier nacionalidad latinoamericana, el color de piel o la opción sexual) suelen ser focos o puntos de elección para demostrar desprecio.
¿Qué nos pasa? ¿Tanto se puede retroceder? ¿Tan poco se aprende?
Fuera como sea y te ubiques donde prefieras lo cierto es que de nada valdrán estos episodios si no podemos discutir con algo de raciocinio el grado de locura y violencia lingüística en la que, desde hace mucho, estamos inmersos.
Queda claro que el hecho trasciende la conducta llevada a cabo por unos jugadores de rugbiers e involucra a muchos. El hecho que algunas expresiones y actitudes que toman otras personas y que no trascienden porque no son públicas, no desmerece el grado de preocupación que debiéramos tener.
El carácter de persona conocida que ostentan los jugadores de Los Pumas y la enorme repercusión que tienen las redes sociales instalan un tema que, en realidad, vivimos (sufrimos) todos los días.
Uno de los juicios que la sociedad argentina tiene con respecto al rugbie es que convoca a un sector social acomodado y que suele ser violento con las palabras y las actitudes también: peleas que terminan con heridos graves, violencia destinada a quienes no forman parte de su tribu y una mirada al resto de la comunidad que parece inspirada en frases de Goebels o Hitler ha separado, por mucho tiempo, a este deporte de muchos. Y si bien hubo –por parte de algunos- un intento de acercar este deporte a las mayorías fracasan por diferentes motivos: uno de ellos son las acciones que desplegan desde lo discursivo y desde lo físico muchos de sus integrantes
El tema da para mucho y no es fácil de abordar. Como ya se ha dicho, el futbol es popular y posee nichos de violencia bárbara, tan o más que el rugbiers. No es que se esté minimizando una serie de hechos que este sector genera, solo se quiere, se pretende, mirar un poco más allá y no buscar solo en algunos la culpabilidad que, si bien la tienen, no es solo de ellos sino que es compartida con otros muchos.
Por eso se insiste que lo mejor que nos puede pasar es que, en vez de buscar una nueva antinomia, podamos sentarnos a pensar juntos que nos pasa como sociedad que en una cancha de futbol, en un tuit, en la calle o donde sea muchos expresan su odio de clase. Porque eso es lo que manifiestan: odio al boliviano, al paraguayo, al judío, al negro, a la mucama, al homosexual… profundo odio al otro. Odio al que no pertenece al propio entorno, pensamiento o clase.
Los tuits son un color más en una gran acuarela que nos convierte -de ese crisol de razas que postulábamos- a un fascismo que asusta. con acciones de discriminación que debiera preocupar.
Odio al que no piensa como yo y odio al que no pertenece.
El sexismo, machismo, patriarcado (ponele el nombre que quieras) suele ser tierra fértil para la segregación. De la misma manera que un tuit expresa rechazo y odio a Hebe de Bonafini, bolsones de la población lo hacen todos los días –no por tuit sino en la calle, en el asfalto- con Cristina, antes lo hicieron con Eva y con las mujeres en general. A esta altura no es casual que muchos sectores sientan una profunda aversión misógina para con dirigentes femeninas.
Como en tantas otras veces, lo que puede verse es una matriz de racismo homofóbico, patriarcal, inhumano hacia sectores comprometidos o desfavorecidos.
Rara actitud. Cualquier sentimiento humano que nos coloque justamente en la categoría de persona, lo que debiera hacer es acercarnos fraternalmente a mi semejante, pero con mayor dedicación, con mayor cuota comprensión y entendimiento hacia los sectores más desfavorecidos, aunque ya sabemos que somos la única especie que tropezamos dos veces (y mucho más) con la misma piedra.